Francisco de
Ocampo
Es sobrino de Andrés de Ocampo y nace en Villacarrillo (Jaén) en 1579. A través
de su maestro Juan de Oviedo entra en el círculo de Martínez Montañés, para el que ya trabaja en 1604 y cuyo estilo
asimila. No obstante pronto se percibe en su estética la influencia de Juan
de Mesa, aunque «mantiene un aspecto más reposado en sus
figuras, con posturas de abolengo manierista», y sólo
detalles naturalistas (Bernales Ballesteros).
No obstante su obra variada y fecunda,
Francisco es sobre todo imaginero procesional, poseedor de amplios recursos y dominio técnico, que le
permite asimilar influencias diversas y da a su obra un carácter ecléctico. Menos refinado
que su tío Andrés, con quien sin embargo colabora en las esculturas de la catedral de
Comayagua («Están documentadas... (1621) dos figuras de la Inmaculada... y las de las Santos
Pedro y Pablo.») y realiza el retablo mayor de San Pedro de Carmona. Entre sus discípulos
destacan Jacinto Pimentel y Pedro Nieto.
Se le atribuye la imagen
del Nazareno del Silencio (1610) por su semejanza con el de Carmona.
Son
suyos o atribuidos los crucificados
Cristo del Calvario
Con fecha 5 de noviembre de 1611 Francisco de Ocampo se
compromete ante el mercader Gaspar Pérez de Torquemada a tallar en seis meses un Cristo
«bien fecho y acabado, al natural, de dos varas de largo, como el Cristo que tiene el Arsediano don Mateo
Blázquez... para poner en la dicha yglesia de Sta. Catalina, en una
capilla suya...» Además debía reproducir el sudario y la
cruz del Cristo de la Clemencia,
propiedad del citado Arcediano. Se le pagaron 1.600 reales de plata.
La inspiración en el Cristo
de Montañés resulta evidente, aunque éste, porque está muerto, deja caer la cabeza sobre
el pecho, la sangre le mana abundante del costado y acusa más el modelado de músculos y
huesos, en línea con lo que hará inmediatamente Juan de Mesa, condiscípulo de Ocampo.
Tampoco tiene cuatro clavos sino tres y el canon es menos esbelto buscando un realismo mayor.
En el sudario, de pliegues menudos que también recuerdan a Montañés,
aunque el extremo izquierdo cae extrañamente rígido, utiliza las dos moñas que luego Mesa hará suyas.
La imagen sugiere el sobrecogedor silencio y abandono de la muerte con
tanta belleza y eficacia casi como el Cristo de los Estudiantes.
Y como el de los Estudiantes, lleva
cuatro gruesos cirios, que acentúan su soledad y le dan una visión impresionante.
La talla, de madera
de ciprés, ha sufrido diversos percances en una azarosa historia, lo que
hizo necesarias las intervenciones de Agustín Sánchez
Cid (1940), quien encontró la firma y fecha en un papel oculto en el ensamblaje posterior del
sudario, de Francisco José Rivera (1965) y la completísima de José Rodríguez Rivero-Carrera (1988).
Hermandad de Nazarenos del
Santísimo Cristo del Calvario
Parroquia de la Magdalena
Madrugada del Viernes Santo.
Cristo de la Salud
El Cristo aparece integrado
en un paso de misterio en que se muestra el Calvario completo: Cristo muerto en la Cruz, los
dos ladrones, la Virgen de la Luz, san Juan Evangelista y las tres Marías, que esperan el
momento en que los santos varones con sus escalas en las manos bajen el cuerpo inerte de
Jesús para envolverlo en la Sábana Santa.
La talla
parece del primer cuarto del siglo XVII y se atribuye a Francisco de Ocampo, aunque otros
consideran que los rasgos anatómicos y el sumiso tratamiento del cabello y la cabeza no son
suyos, sino de Matías de la Cruz, hermano de la Corporación, que lo ejecutaría hacia 1587.
Juan
M. González Gómez le encuentra «semejanzas conceptuales y morfológicas» con el
Crucificado de la Vera Cruz de la parroquia de la O, de Sanlúcar de Barrameda, también
atribuido a Ocampo. «En ambos se manifiesta el carácter ecléctico ocampiano entre el
Manierismo bajorrenacentista, el clasicismo montañesino y las evidentes notas efectistas de
progenie realista». Bernales cita «la manera casi rectangular de concebir el
volumen de la cabeza» como estilema para atribuírselo.
Quizá más
matizado que el del Calvario, apunta un leve contraposto y una
mayor intensidad
dramática. J. de la Peña Fernández
(2002), siguiendo a González Gómez, remarca el contraste entre el
clasicismo mesurado del cuerpo y la expresión doliente del rostro. «Esto
se nos muestra especialmente en la profundidad de los párpados y en el
rictus de los labios que dejan entrever la parte superior de los dientes
». También la policromía,
de tonos claros salpicados de manchas verdosas, contribuyen a este
naturalismo. «Podemos
decir por tanto, concluye, que estamos ante el último estadio de ese
manierismo tardío que comienza en Sevilla con las esculturas de artistas
europeos como Roque Balduque y culmina con la aparición de los grandes
escultores que marcarán la impronta y el gusto de una ciudad en propia
evolución personal y artística»
.
El resto
de las imágenes son del taller de Pedro Roldán (1690).
José Rodríguez Rivero-Carrera lo restauró luego que durante la estación de penitencia
de 1991 la cruz se rompiera por la base y dañara levemente al Cristo y al Buen Ladrón.
Archicofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Salud
Capilla de la Carretería
Viernes Santo.
Cristo del Desamparo
La advocación del Cristo del Desamparo y Abandono, y su presentación en un
paso de misterio, en el que aparece rodeado de tres centuriones y un sayón judío en el
momento del arrepentimiento de Longinos, se inspira en un pasaje de Marcos (15, 34-39):
«A la hora nona gritó Jesús con voz potente: Eloí, Eloí, ¿Lamá sabakhthaní?
Que quiere decir: Dios mío, Dios mío, ¿porqué me has abandonado?...
Al ver el centurión, que estaba allí frente a
Jesús, de qué manera había expirado, dijo: Realmente, este hombre era hijo de Dios».
Es un Cristo muerto, de 1,92 m., ejecutado en madera de cedro a finales del primer cuarto del siglo XVII y
atribuido al círculo de Francisco de Ocampo (tiene el rostro algo del Nazareno del
Silencio), particularmente por su parecido con el Crucificado de la Vera
Cruz de la Parroquia de la O de Sanlúcar de Barrameda.
Usa el canon alargado de Montañés, aunque la cabeza resulta extrañamente chica y
se pierde
entre los hombros. Tiene hundido el pecho, como corresponde a un Cristo
muerto, y un modelado cuidado y minucioso, aunque enfatiza en exceso la musculatura
tensa de las piernas. El paño de pureza forma una intrincada masa de
pliegues menudos, deja al descubierto el costado derecho y añade una nota de imaginación al
modelo cordífero de Mesa.
Más allá de la forma, una inmensa espiritualidad impregna toda la imagen de la que trasciende una paz que inunda al que la contempla.
El Cristo del Desamparo y Abandono fue traído desde la parroquia de San
Gil Abad el 7 de marzo de 1981, cedido por tiempo indefinido a su hermandad titular por la Diputación Provincial de
Sevilla. Procedía de la sacristía de San Luis de los Franceses, antiguo
noviciado de la Compañía de Jesús, desde donde fue trasladado en depósito
a la Parroquia de San Gil en 1942.
Fue restaurado por Antonio García Romero (1982) y por Juan Manuel
Miñarro López (1986, 1992, 1995), que es autor además de las restantes figuras del
misterio. La cruz, tallada por Enrique Lobo, es donación de la Hermandad
de la Cena en 1989.
Cofradía de Nazarenos del Cristo del Desamparo y Abandono
Parroquia de Nuestra Señora de los Dolores. Cerro
del Águila.
Martes Santo.
Francisco de Ocampo fallece
en el año 1639, a los sesenta de su edad.