Turing

 

ALAN TURING

Homenaje por el centenario de su nacimiento

Joaquín Collantes,

Antonio Pérez Sanz

 

La imaginación es más importante que el conocimiento.

Albert Einstein.

 

 

 

1938. Buckinghamshire. Inglaterra.

 

-¿Usted cree que es de fiar?

-Sí, señor.

-¿Esta seguro?

-Por completo, señor.

-Pero…

-Ya sé a lo que se refiere, pero no tiene por qué preocuparse.

El hombre que tenía la carpeta sobre la mesa se revolvió incómodo en su asiento y miró con un punto de desconfianza a su interlocutor, al joven excesivamente atildado, para su gusto, que le había entregado el dossier encargado… y que en ese momento, ante la desconfianza de su superior, insistía:

-Por encima de todo es un gran matemático.

-¿Por encima de todo?

-He querido decir… bueno, quiero decir… que es el mejor de todos nosotros. Y, por supuesto, el que con mayor eficacia puede ayudar a Inglaterra en las actuales circunstancias –contestó el joven, desviando su mirada hacia el suelo. 

-Está bien, está bien, está bien... Pero sepa usted que estará especialmente vigilado. En estos tiempos todos somos susceptibles de cometer errores que pueden ser fatales para la patria. Los homosexuales y las mujeres, y espero que esté de acuerdo conmigo, son personas especialmente sensibles, especialmente vulnerables a los ataques de agentes extranjeros, y no creo que tenga que recordarle los casos de mujeres que traicionaron a su país por culpa del embaucamiento de agentes  enemigos que ven en ellas una presa fácil de atacar. Además, la homosexualidad es una actividad (¿actividad? –se preguntó sorprendido el que escuchaba) prohibida en Inglaterra y por lo tanto penada por la Ley. Por otra parte, tengo entendido que el señor… 

-Turing. Alan Mathison Turing, señor –añadió el que estaba de pie, al ver dudar a su superior.

-Alan Mathison Turing –repitió el que estaba sentado, sin levantar la vista de los papeles que tenía en sus manos- Pues bien, repito: tengo entendido que el señor Alan Mathison Turing es, además, un hombre hermético y de personalidad un tanto complicada, por utilizar un término… En fin, no me fío de quienes no saben separar su vida privada de su vida profesional…

-Pero, de  momento, señor, no sabemos…

Claramente molesto por la interrupción, el hombre sentado fulminó con la mirada a su interlocutor, para continuar diciendo: 

-Además, el trabajo que va a llevar a cabo va a ser de estricto secreto. Pero ya veo que las referencias son inmejorables –dijo, ojeando el primer folio del dossier, y añadió- pero a mí, como militar, siempre me queda un poso de desconfianza… -iba a decir hacia los civiles, y probablemente hacia las mujeres y los homosexuales, pero frenó el comentario por respeto al civil que tenía delante y que, al igual que el matemático que le proponían, tenía un brillante expediente académico, más que suficiente para formar parte del Government Code and Cypher School  (Escuela gubernamental de código y cifrado).

En cuanto se quedó solo en el despacho que estaba situado en la planta baja de la mansión conocida por el nombre de Bletchley Park, el  militar vestido de civil que se sentaba ante la barroca mesa de caoba, se arrellano en su asiento, abrió la carpeta en la que una letra ordenada y picuda había escrito Informe sobre el matemático Alan Mathison Turing,  y comenzó a leer…

 

a) Alan Mathison Turing nació el 23 de Junio de 1912, en una clínica de la zona de Paddington, en Londres, aunque se cree que fue concebido en la ciudad india de Chatrapur. Su padre, Julius Mathison Turing, era un alto funcionario del gobierno británico destinado en India  que se casó con Ethel Sara Stoney, de origen irlandés y también residente en India, ya que su padre era el ingeniero jefe de los ferrocarriles de Madrás. La futura madre del matemático se trasladó a Londres para que su hijo naciera en la metrópoli y a su lado permaneció hasta que éste cumplió un año. En 1913 regresó junto a su marido dejando a su hijo en Londres al cuidado de unos parientes. En 1926 volvieron definitivamente a Inglaterra.

 

 b) Desde una edad muy temprana el niño dio muestras de un agudo ingenio y de una gran inteligencia. Y también desde muy pequeño mostró su interés por los rompecabezas y los juegos en los que aparecieran números. En el año 1918, a la edad de seis años, ingresó en el colegio St. Michael. Sus profesores observaron enseguida su interés por el cálculo y la facilidad con que resolvía problemas a  veces de dificultad superior para la capacidad de un niño de su edad. A partir de entonces su interés se centraría, sobre todo, en la ciencia y la naturaleza por influencia de un libro muy popular en la época en Inglaterra que se titulaba “Maravillas naturales que todos los niños deben conocer”. Más tarde ingresó en la Hazlehurst Preparatory School donde se limitaría a ser un alumno medio, sin destacar especialmente en ninguna materia pero donde se interesó por primera vez en la práctica de deportes y por el ajedrez, intereses que mantendría durante toda su vida.

 

c) En 1926, a la edad de catorce años, ingresó en la Sherborne School, que estaba en el condado de Dorset (se cuenta como anécdota que su primer día de clase coincidió con una huelga de transportes. El joven Turing, sin arredrarse ante tal contingencia y demostrando su magnífica condición física, recorrió en bicicleta las más de 60 millas que separaban  su casa  de la escuela, hazaña que fue recogida en la prensa local y que le haría muy popular entre sus compañeros de estudios). Durante los años que permaneció en la Sherborne School chocó con el sistema educativo implantado, considerándolo poco estimulante para él. Estaba demasiado interesado en sus propias ideas como para que le interesaran los problemas clásicos de matemáticas que le proponían sus profesores. Su inclinación hacia las ciencias, la física, la química y las matemáticas lo enfrentaron a una línea educativa cuyas directrices estaban más encaminadas hacia el estudio de los clásicos y de las lenguas muertas. A pesar de todo, consiguió seguir adelante con sus preferencias científicas que lo llevarían a ganar premios escolares de matemáticas. Y en química, una asignatura que siempre le había interesado, llevó a cabo experimentos de invención propia, enfrentándose a sus profesores.

 

d) En 1928, recién cumplidos los dieciséis años, descubrió los trabajos de Albert Einstein sobre la Teoría de la Relatividad y sobre mecánica cuántica (el hombre que leía el informe subrayó en rojo este párrafo) a través del libro “La naturaleza del mundo físico”, de A. S. Eddington. Y no sólo pudo comprenderlos sino que además los razonó y discutió con sus profesores, sorprendiéndoles con sus propias notas al respecto. Este año también conoció a un compañero de escuela (subrayado en rojo), estudiante de un curso superior, Christopher Morcom, cuya intensa amistad (subrayado en rojo) tuvo un gran efecto intelectual sobre el joven Turing  ya que  trabajaron juntos en ideas científicas. La repentina muerte de Morcon en el mes de febrero de 1930 le produjo  una crisis nerviosa (subrayado en rojo) que lo afectaría profundamente.

 A consecuencia de centrar su atención solamente en las disciplinas de ciencias, descuidando las materias de letras, más los problemas añadidos, no superó los exámenes para ingresar en el Trynity College de la universidad de Cambridge, que era su primera opción, teniendo que contentarse con la segunda: el King´s College de la misma universidad, donde estudió con el reputado matemático Godfrey Harold Hardy.

 

e) En 1932 centra su interés en la física a partir del descubrimiento de tres obras: el “Estudio de los fundamentos lógicos de mecánica cuántica” de John von Neumann, la obra de Bertrand Russell (doble subrayado en rojo con el añadido al margen y en letras mayúsculas: “ATENCIÓN: PACIFISTA”)Introducción a la filosofía matemática” y el libro “Principia Matemática” obra conjunta de A. N. Whitehead y B. Russel, considerada la obra maestra de la lógica matemática.

 

f)  El propicio ambiente de estudio del King´s College influye en su carácter, que se hace menos introvertido abriéndose de tal manera que, entre 1932 y 1933, forma parte de movimientos y asociaciones estudiantiles, al tiempo que asume plenamente su identidad homosexual. Se sabe que tuvo un “más que amigo” llamado James Atkins, también estudiante de matemáticas. Ambos, homosexuales discretos, evitaron los ambientes homosexuales de todos conocidos en los círculos universitarios e intelectuales. (doble subrayado en rojo de los tres renglones). Además, y dada su complexión atlética, dedicó en esta época gran  parte de su tiempo a actividades deportivas al aire libre, preferentemente a correr o remar, obteniendo muy buenos registros.

 

g) En 1933 es iniciado en los principios lógicos matemáticos por el ya citado Bertrand Russell, filósofo y matemático de enorme prestigio. Con la llegada al poder de los nacionalsocialistas de Adolf Hitler, se adhirió a los movimientos antibélicos que estallaron en Inglaterra y en el resto de Europa ante la agresiva política alemana. Con todo, la postura de Turing fue netamente patriótica, ya que no se decantó, como algunos de sus compañeros de universidad, hacia movimientos revolucionarios de ideología marxista (nuevo subrayado en rojo).

 

h) En 1934 obtiene su licenciatura en matemáticas y en 1935 una beca del King's College. En la primavera de este año asiste en Cambridge a un curso avanzado impartido por el topólogo Max Newman sobre fundamentos de la matemática, en el que se estudiaban los resultados sobre la incompletitud de Gödel y las preguntas de Hilbert sobre la decidibilidad.

Este mismo año concluye su estudio “Los números computables, con una aplicación al Entscheidungsproblem”, que publicaría al año siguiente. En dicho estudio reformuló los resultados obtenidos por Kurt Gödel en 1931 sobre los límites de la demostrabilidad y la computación, sustituyendo al lenguaje formal universal descrito por Gödel. (Nota: Ya desde sus primeras publicaciones aparece un proyecto de máquina autómata, no física sino abstracta. Y en uno de de sus trabajos sienta con gran brillantez las bases teóricas del problema formulado por David Hilbert a principios de siglo, el citado Entscheidungsproblem, o problema de decisión, sobre la existencia de un algoritmo de respuesta universal). 

 

Cuadro de texto: Teorema. Sea X1,  X2,..., Xn una muestra aleatoria de tamaño n de variables independientes e idénticamente distribuidas tomadas de una población infinita, con media m y varianza s², entonces la distribución límite de 
 

es la distribución normal estándar  (0,1), cuando  , (independiente de la distribución de X1,  X2,..., Xn).

Cuadro de texto: ???  i) En 1936 obtiene el Smith Prize por su trabajo sobre Teoría de Probabilidades titulado “Sobre la función de error de Gauss”. Curiosamente en este trabajo, y casi sin sin proponerselo, presenta una demostración del teorema central del límite, sin saber que Lindeberg lo había demostrado diez años antes. Este hecho le proporcionará a pesar de su corta edad un gran prestigio internacional.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

(El que leía el informe no pudo reprimir la tentación de poner varias interrogaciones a la izquierda del recuadro, pensando si la fórmula, cuyo significado se le escapaba, no sería una clave secreta)

En el mes de septiembre de este mismo año viajó a los Estados Unidos de América para trabajar durante los dos años siguientes en la Universidad de Princeton. En dicha universidad trabajó en el equipo del investigador especialista en lógica Alonzo Church, con quien haría sus estudios de doctorado en lógica matemática, analizando la noción de intuición en la matemática. También avanzó en su proyecto “Ordinal Logics probablemente su más profundo trabajo matemático, que lo aproximaría al mundo de lo abstracto. Durante el verano de este mismo año presenta el concepto final de la llamada Maquina de Turing en un artículo titulado “On Computable Numbers”. (Nota: la información sobre las características de la citada máquina, por  extensas, se presentan en informe aparte).

 

j) En 1938 obtuvo el Doctorado en Princeton con la tesis  que llevaba por título “Systems of Login Based on Ordinals”, trabajando posteriormente como becario de John von Neumann en el Institut for Advanced Studies, donde le ofrecieron un puesto académico, puesto que Turing rechazó para volver a Inglaterra durante el verano del presente año.

 

Terminada la lectura del informe, el hombre abrió un cajón de su mesa, sacó un tampón y una almohadilla y estampó en tinta roja en la carpeta, sobre el nombre que la identificaba, la palabra APROBADO. Después, levantó el auricular de unos de los tres teléfonos que había sobre la mesa y dijo:

-Que se incorpore a su trabajo mañana mismo.

 

 

Bletchley Park. 1938-1945

 

bletchley

 

En un lugar secreto de Inglaterra –secreto para los alemanes que no para los ingleses- se construyó un complejo militar entre fábrica y laboratorio que llevaba el nombre de  Bletchley Park.

Bletchley Park estaba situado en la región de Buckinghamshire, en plena campiña inglesa, a 50 millas al noroeste de Londres  y recibía el nombre de la mansión   que dominaba el conjunto de edificios y barracones que se fueron añadiendo a la mansión original a medida que avanzaban los trabajos de investigación militar y, por lo tanto, aumentaba el personal necesario para llevarlos a cabo. En este lugar se instaló la sede del Government Code and Cypher School (GC&CS: Escuela gubernamental de código y cifrado) una nueva organización creada para descifrar códigos militares secretos que reemplazaba a otro departamento gubernamental llamado Room 40, organización creada para interceptar y controlar las comunicaciones del ejército alemán durante la I Guerra Mundial que había seguido en funcionamiento en Inglaterra  hasta entonces.

La mansión, en la que se instalaron los despachos y las oficinas del complejo, fue construida en el siglo XIX y constaba de  cuatro edificios de dos plantas unidos entre sí pero distintos en su construcción, lo que le daba el aspecto, al menos en su fachada principal, de ser edificios pertenecientes a cuatro lujosas viviendas independientes entre sí. La mansión perteneció a un magnate que la mandó construir en el más puro estilo neogótico-Tudor, tan del gusto de la sociedad victoriana. Los extensos terrenos que la rodeaban, y que en su día tuvieron unos jardines en consonancia con la edificación, alojaron una serie de edificaciones auxiliares y barracones, o huts, donde se llevaba a cabo el trabajo real que llevaban a cabo las doscientas personas que inicialmente se instalaron allí en el año 1938, cuando se tuvo la certeza de que una guerra con Alemania era inminente.

Una vez iniciada  la II Guerra Mundial y con los ejércitos alemanes avanzando imparables por Europa, los esfuerzos para contrarrestar ese avance por parte de los aliados hicieron que aumentara la llegada de los llamados técnicos a  Bletchley Park. Así, crecería el tamaño y la cantidad de las edificaciones, aunque afortunadamente respetando siempre la propiedad original. Y del grupo inicial de doscientos expertos se llegaría a cerca de diez mil en 1945, a modo de ejército en la sombra que luchaba a su manera, pero eficaz e inteligentemente, contra el enemigo. Y si en la I Guerra Mundial los que aportaron su experiencia, esfuerzo e inteligencia fueron, sobre todo, expertos en geografía, historia, armamento e idiomas, ahora se instalaron en las nuevas edificaciones otra clase de expertos más en consonancia con las técnicas de la época. Hombres y mujeres de total y absoluta confianza reclutados principalmente mediante la llamada red de old-boys y old-girls, es decir, por veteranos del citado Room 40, cuya eficacia ya había sido sobradamente demostrada.

Así, aquellos veteranos técnicos se encargaron de ponerse en contacto con sus antiguos compañeros y profesores de Oxford, Cambridge, del Newnham College y del Girton College de Cambridge, indagando y confiando es su consejo acerca de quiénes podrían ser susceptibles de ser reclutados para una misión tan secreta que ni siquiera podían explicar de qué misión se trataba. Secreto absoluto, que el enemigo, aunque todavía no lo fuera -si bien poco faltaba- era todo ojos y oídos, como aseguraban los eslóganes que en tiempo de guerra aconsejaban prudencia ante desconocidos hasta en los comentarios más banales: El enemigo lo ve todo, lo escucha todo. Un comentario imprudente puede significar el fracaso de una operación militar o una derrota en el frente.

Otro tipo de reclutamiento fue, cuando menos, original: a través de un crucigrama publicado en el periódico The Daily Telegraph y presentado como un concurso. Los concursantes que lograban hacer los crucigramas en menos de 12 minutos eran seleccionados y se les proponía realizar un trabajo especial para contribuir al esfuerzo bélico de Gran Bretaña. De esta manera se crearon equipos de criptoanalistas cuya única e importante misión consistiría en descifrar el mayor volumen de mensajes secretos del ejército alemán interceptados y, sobre todo, en el menor tiempo posible. 

 De esta manera, los equipos estaban compuestos por un heterogéneo grupo de matemáticos, ingenieros, traductores de alemán, físicos, químicos, expertos en geografía e historia, lingüistas, especialistas en cultura clásica, maestros del juego de ajedrez, arqueólogos expertos en jeroglíficos, hábiles expertos en crucigramas, psicólogos y hasta filósofos, en fin,  por una variopinta amalgama de mentes preparadas para abordar todo tipo de problemas y, sobre todo, con capacidad y entusiasmo para resolverlos.  Y a este grupo se uniría Alan Turing como encargado y responsable de descifrar los códigos secretos de los mensajes interceptados procedentes de la marina alemana.

El sistema de trabajo consistía en que un problema a primera vista irresoluble sería pasado de  experto en experto, hasta que cayera en las manos de quien tuviera las herramientas mentales apropiadas para resolverlo… o para  seguir resolviéndolo, ya que a veces cada experto resolvía el problema solamente en parte, así que lo volvía a pasar a otra persona para que lo siguiera construyendo sobre el trabajo de desciframiento ya efectuado por él; y a veces éste lo pasaba a otro experto, y ése a otro… hasta que tenían la completa seguridad de que el problema estaba resuelto.

El trabajo de los expertos se organizó como en una fábrica. Cada grupo de criptoanalistas, también llamados rompecódigos, trabajaba en distintos pabellones separados entre sí, a modo de secciones de una misma cadena de trabajo. A estos pabellones se los denominaba cabañas o hut y estaban numerados para distinguir la especialidad de quienes trabajaban en ellos. De esta manera mientras técnicos y criptoanalistas de un hut se dedicaban a  interceptar mensajes del espionaje alemán o de sus ejércitos, los de otro tenían por misión el descifrado de estas comunicaciones encriptadas, pasando los  mensajes descifrados a un tercer hut  donde se traducían al inglés, y de allí a un cuarto departamento dedicado a analizar los resultados obtenidos y a recomponer una imagen de las operaciones desentrañadas. Trabajando ininterrumpidamente las 24 horas del día aquellos equipos fueron piezas fundamentales para la victoria de los ejércitos aliados. Además, la tecnología que inventaron y desarrollaron marcaría el comienzo de la era de la informática que dominaría el resto del siglo XX.

 

           

Enigma. 1917-1945

 

Se conocía por el nombre de Enigma a una máquina portátil con componentes mecánicos y eléctricos, parecida a una máquina de escribir, que sería utilizada para cifrar y descifrar textos de carácter secreto y que tendría un gran protagonismo durante la II Guerra Mundial.  

En el año 1917 el norteamericano Edward H. Hebern ideó un sistema mecánico de rotores mediante los cuales transformaba caracteres utilizando alfabetos independientes, como método de sustitución polialfabética. Pero sería un año después, a finales de la I Guerra Mundial, cuando un ingeniero llamado Arthur Scherbius patentó una máquina para encriptar textos en clave a la que bautizó con el nombre de Enigma, sin poder imaginar en ese momento que su máquina sería decisiva para las operaciones militares en la segunda gran guerra europea que nadie esperaba, pero que apenas tardaría veinte años en llegar.

Scherbius se asoció con E. R. Ritter fundando la empresa Scherbius & Ritter con la idea de que la máquina se vendiera a las grandes empresas con vistas a transacciones comerciales más o menos secretas que lo serían del todo encriptándolas. Pero convencidos de sus posibilidades militares para la elaboración de mensajes en clave, se la ofrecieron a la marina alemana que, en aquel periodo de paz que nadie podía prever como breve, no mostró un especial interés por la máquina. Decepcionados, los dos socios vendieron su empresa a la alemana  Chiffriermaschinen que  durante los años siguientes comercializaron máquinas de distintas características para uso exclusivamente civil, distinguiendo cada uno de los modelos de venta en el mercado con las primeras letras del alfabeto.

enigma

A medida que se asentaba el prestigio de la máquina Enigma entre las empresas alemanas y también europeas, la marina alemana recapacitó y desarrolló sus propios modelos de Enigma, convencidos –más vale tarde que nunca- de las posibilidades que años antes no habían sabido apreciar en una máquina de sencillo manejo y con óptimas posibilidades de transporte y movilidad, al no ser ni más grande ni más pesada que una máquina de escribir metida en su caja.

 

 Con la llegada de los nacionalsocialistas al poder en el año 1933, las prioridades del ejército alemán pasaron a un primer plano y la marina, como precursora del proyecto, contó con todas las facilidades gubernamentales para desarrollar y mejorar una máquina que, ahora que otros vientos distintos a los de la década anterior corrían por Europa, parecía más que imprescindible para el engreído III Reich.

Las investigaciones y los modelos de Enigma habían ido avanzando hasta que en 1934 apareció el modelo más sofisticado, considerado secreto de estado, y conocido con el nombre de Wehrmacht que sería utilizado por el ejército alemán para cifrar sus mensajes antes de ser emitidos a sus tropas a través de radio o por el sistema Morse. A pesar de todo, y al ser la marina alemana el cuerpo de ejército de élite mimado por Berlín, desarrollaron su propio modelo de Enigma que bautizaron como Funkschlüssel 4,  o, simplemente,  M-4.

La máquina combinaba componentes eléctricos y mecánicos, ingeniosos pero no excesivamente complicados de manejar. La dificultad estribaba en la capacidad de cambio de posibilidades de escritura y número de combinaciones que la máquina, convenientemente manejada, producía. Los componentes mecánicos eran el cerebro de la máquina y estaban formados por un teclado, a semejanza de los de las máquinas de escribir, y un grupo de rotores, normalmente cinco, pero que la marina alemana, para aumentar la complejidad de sus máquinas, llegaría a aumentar hasta ocho. Así, los mensajes se escribían tal como eran redactados, pero cada vez que se pulsaba una tecla se producía un giro en uno de los rotores que a su vez giraba el resto. De esta manera se lograba que una letra no estuviera siempre codificada por el mismo carácter inicial pues a cada pulsación de una tecla, y como consecuencia del giro secuenciado de los rotores, variaban las letras que escribían dicho mensaje. Cada rotor contenía todas las letras del alfabeto, en una de sus caras había un disco dentado de baquelita y en otra una serie de contactos eléctricos también colocados en círculo, lo que hacía que las combinaciones para transformar una letra en otra distinta creciera hasta un número considerablemente grande, dificultando así la lectura de cualquier mensaje interceptado. 

 Aunque el ejército alemán fue el que comenzó a utilizarla, los demás ejércitos europeos también elaboraron sus propias máquinas Enigma y a partir de 1938, cuando ya estaban claras las  intenciones expansionistas de la Alemania nazi, estalló una guerra de espionaje industrial –un año antes de que estallara la guerra real- en la que todos querían saber cómo eran las máquinas Enigma  de los demás, así como que su modelo de Enigma fuera superior al de los ejércitos de los otros países, sobre todo a las de Alemania. Se estima que desde 1933 a 1945 se fabricaron más de cien mil unidades de esta máquina de encriptar que había sido creada para uso exclusivamente civil, pero a la que las circunstancias históricas reconvirtieron en una máquina imprescindible para el intercambio secreto de órdenes entre los mandos y sus ejércitos que cambiaría el rumbo de la II Guerra Mundial.

 


 

1938. Bomba.

 

             Aunque como inglés sentía el patriotismo que flotaba en el aire impregnando a todo el que lo respirara, el matemático se lo pensó antes de responder sí a la propuesta-orden: ¿Trabajaría con nosotros en un proyecto para el bien común de Gran Bretaña? Y contestó que sí, además, porque sintió en la mirada de quien se lo proponía una sutil amenaza que no se atrevió a confirmar con una negativa, acostumbrado como estaba a las amenazas sutiles y no tan sutiles en una época en que la homosexualidad era considerada un delito en Inglaterra. Y sobre todo porque también adivinó en la mirada a que se enfrentaba lo que adivinaba en los heterosexuales agresivos que ni siquiera se molestaban en ocultar su animadversión, cuando no aversión, hacia hombres como él.

Y al leer en sus ojos lo sabe, contestó: sí.

           

Alan Turing llegó a Bletchley Park  para encontrar un mundo cerrado y secreto en el que los llamados técnicos llevaban a cabo un trabajo considerado esencial, que era mantenido en secreto no sólo para sus familiares y amigos, sino hasta para los mismos compañeros de trabajo: los técnicos de un barracón desconocían el trabajo que hacían los del barracón de al lado, de tal manera que los que trabajaban en un módulo ni siquiera se relacionaban con quienes trabajaban en los otros.

Así, el matemático se encontró inmerso en un ambiente excesivamente formal al que los militares habían contagiado un ambiente castrense absurdo y desproporcionado en una población de civiles, hombres y mujeres, en un abrumador tanto por ciento. Y lo primero que pensó es que a Inglaterra también se la podría servir con un poco menos de frialdad y rigidez al entrar en el hut 8 al que le habían asignado, y al saludar a un grupo de matemáticos e ingenieros que lo recibieron con una fría cordialidad, al menos tan fría como aquella mañana de primavera que hacía esfuerzos para que no la confundieran con una mañana de invierno.

La misión de Turing, así como la de todos los que trabajaban en el hut 8, era perfeccionar las máquinas que se utilizaban para descifrar los mensajes en clave que se interceptaban a los alemanes. La popular máquina Enigma, de todos conocida y por todos utilizada, fue destripada y estudiada con lupa con el fin de buscar una mejora en sus prestaciones y un camino más directo para descifrar los códigos de las máquinas Enigma que a su vez utilizaba para sus comunicaciones secretas la marina alemana. Así, el trabajo de los técnicos del hut 8 sería esencial para intentar romper el bloqueo naval que llevarían a cabo los submarinos alemanes contra Inglaterra a partir de  agosto de 1940, mes en el que Alemania anunció el bloqueo total de la isla considerando zona de guerra una amplia extensión del mar que la rodeaba. Los U-boot, los temidos submarinos alemanes, se encontraban equipados con máquinas Enigma a través de las cuales codificaban sus comunicaciones entre sí,  comunicándose la situación de los convoyes ingleses y aliados desde que salían de las islas. De esta manera, el luchar contra los servicios de información alemanes era una cuestión de supervivencia para un país situado en medio del mar que, precisamente, controlaba la potente marina alemana.

 

Años antes de que estallara la guerra y cuando los servicios de espionaje y contraespionaje trabajaban incesantemente con vistas a una guerra que se anunciaba como inevitable tardara lo que tardara en llegar, una casualidad afectaría a la preponderancia alemana y a sus máquinas Enigma, consideradas indescifrables: los alemanes enviaron una máquina Enigma a Varsovia y, por azar, cayó en manos de los polacos que la estudiaron durante una semana, enviándola de nuevo a su destino tal y como había llegado a sus manos. Un grupo de matemáticos polacos, dirigidos por  Marian Rejewski consiguieron descifrar los códigos de la máquina en ese tiempo record, lo que facilitaría el descifrar a su vez los mensajes en clave de la marina alemana. Aunque fuera solamente un primer paso, la labor de los matemáticos polacos fue la clave para el éxito posterior obtenido en  Bletchley Park.

Los alemanes sospecharon que sus claves iniciales habían sido descubiertas y en 1938, un año antes de la invasión de Polonia, decidieron cambiar su estrategia. Pero a cada paso hacia delante que daban los técnicos alemanes, otro tanto hacían, una vez más, los matemáticos polacos logrando localizar los nuevos códigos a partir del análisis de las frecuencias que denominaron hembras, lo que les permitió configurar sus máquinas Enigma para hacerse con los mensajes interceptados para así descifrarlos. Pero la amenaza de la guerra llevó a los polacos a plantearse la posibilidad de sustituir el método manual utilizado hasta entonces para analizar las frecuencias por una máquina electromecánica, es decir: máquina contra máquina. Así, surgiría la máquina denominada Bomba con un funcionamiento que partía del diseño de las máquinas Enigma y que detectaría las hembras de los mensajes interceptados.

Pero los alemanes volvieron a dar otra vuelta de tuerca al incorporar tres rotores más a sus máquinas de encriptar. La falta de recursos de los polacos para seguir con sus pesquisas y con la fabricación de la máquina Bomba llevó a que, a principios de 1939, los servicios de inteligencia polacos pasaran la información obtenida y los trabajos realizados a ingleses y franceses para que ellos continuaran la importante labor por ellos comenzada, y que en ese punto les sobrepasaba. 

 

El día 1 de septiembre de 1939 Alemania, sin previa declaración de guerra, invade Polonia conquistando todo el territorio polaco en tan sólo 37 días. Y el día 3 de septiembre Inglaterra declara oficialmente la guerra a Alemania. Estos acontecimientos, a pesar de ser esperados desde al menos un año antes, precipitaron los trabajos de investigación en Bletchley Park.

Afortunadamente, los matemáticos que allí trabajaban ya eran expertos en las complejidades que presentaba la máquina Enigma. Las aportaciones hechas por los matemáticos polacos unos años antes allanaron el camino para que los matemáticos ingleses trabajaran ahora sobre los mensajes codificados alemanes elaborados con la máquina polaca Bomba y por las versiones  perfeccionadas de Enigma, convertida a esas alturas en una máquina casi perfecta por indescifrable… o al menos eso creían los alemanes. Una vez descubiertos por los ingleses los métodos utilizados por los alemanes para encriptar sus mensajes ahora deberían averiguar los cambios que casi a diario hacían en sus máquinas. La captura de algunas máquinas Enigma alemanas facilitó el trabajo de los criptoanalistas ingleses, al descubrir que los operarios alemanes que manejaban las máquinas cambiaban cada noche las claves a usar al día siguiente. De esta manera, aunque los ingleses descubrieran una clave utilizada para descifrar los mensajes, al día siguiente se encontrarían con otra distinta. Así, los ingleses tenían que averiguar cada día la nueva clave impuesta en un trabajo de nunca acabar  que les llevaba a trabajar las veinticuatro horas de día,  ya que en cuanto descubrían la clave cambiada tenían que descifrar y traducir los mensajes interceptados… para ponerse a trabajar a continuación en el descubrimiento de la siguiente clave. Los alemanes nunca utilizaban un rotor en la misma posición durante más de dos días, lo que llevó a los aliados a intentar nuevas técnicas al ser conscientes de que la suya era una lucha agotadora contra una máquina cuya forma de ser manejada variaba  constantemente.

Esta situación los empujó a retroceder hasta las investigaciones de sus colegas polacos, dándose cuenta de que la clave podría estar en rediseñar la máquina Bomba polaca y partir de nuevo de ella para conseguir formas más rápidas de desciframiento.

 

Alan Turing, desde su llegada a  Bletchley Park, se incorporó, como hombre clave, a trabajar en el diseño mejorado de la máquina Bomba polaca en cuyo homenaje llamarían Bombe. Esta nueva máquina electromecánica eliminaría de una manera más rápida gran cantidad de claves recibidas a través de Enigma. Además, conseguiría detectar cualquier trampa en forma de contradicción o dato erróneo y desecharía esa combinación a través de la introducción eléctrica de una cadena de deducciones lógicas. 

El propio Turing trabajó en la idea original que subyacía detrás de Bombe, una máquina que nació de su ingenio personal y a la que ya todos llamaban la Bombe de Turing, ya que suya fue la idea original perfeccionada con mejoras sugeridas por el también matemático Gordon Welchman y diseño y construcción de Harold Keen, miembro de la empresa British Tabulating Machina. La máquina Bombe se convirtió en la herramienta más importante a utilizar por los criptógrafos ingleses para leer con mayor precisión y rapidez las transmisiones de las maquinas Enigma alemanas. 

 

El primer diseño de Turing fue bautizado con el nombre de Victory instalándose en Bletchley Park en marzo de 1940. Y en agosto de 1940 se fabricó e instaló una máquina de prestaciones más avanzadas con el nombre Spider, aunque en la primavera del año siguiente, y siempre preocupados en la mejora de la máquina, se instaló un tercer modelo, aún con más prestaciones, llamado Jumbo. Con estas máquinas, Turing demostró que se podían descifrar mensajes en clave centrándose únicamente en un millón de posibilidades de combinación lo que permitiría descifrar gran parte de la información que se emitía codificada con las máquinas Enigma alemanas. Gracias a la popularidad de su trabajo ya en 1942 Alan Turing era considerado un auténtico genio entre sus compañeros  de Bletchley Park.

A principios del año 1943 nuevas versiones de la máquina Bombe aún más mejoradas se empezaron a fabricar en Estados Unidos hasta llegar a 120 unidades, aunque en la actualidad solamente se conserva una en el Museo Nacional de Criptología. Por su parte, a finales de la II Guerra Mundial llegó a haber instaladas en Bletchley Park 210 Bombes que requerían del trabajo de 2.000 especialistas para su mantenimiento y funcionamiento. Una vez terminada la guerra, el primer ministro inglés, Winston Churchill mandó destruir todas las máquinas.

Fue tan grande la importancia del trabajo desarrollado por Turing y sus compañeros en Bletchley Park, que  todos los expertos están de acuerdo en que sin su ayuda la marcha de la II Guerra Mundial hubiera sido otra y desde luego de otro signo para los alemanes, con la seguridad de que la guerra se había prolongado al menos dos años más.

Por primera vez en la historia de Europa una guerra no  estuvo sólo en manos de los militares, sino también de civiles, científicos y técnicos tanto ingleses como alemanes, aunque en este caso, y afortunadamente para Europa, los que trabajaron en Bletchley Park fueron los que ganaron la guerra. Alan Turing, concluida la guerra sería condecorado con la Orden del Imperio Británico en reconocimiento a su contribución a la victoria de los Aliados.

 

 

Colossus

 

Aunque el gran protagonismo de los trabajos de Alan Turing que se llevaron a cabo en Bletchley Park se lo llevó la investigación para sacar adelante la máquina Bombe, tuvo lugar otro acontecimiento, también ideado y desarrollado por el matemático inglés, que en aquel momento, como inicio de algo realmente  importante, se mantendría en un modesto segundo lugar: el nacimiento de la máquina Colossus que, con el paso del tiempo, llegaría a ser considerada el primer ordenador de la historia.

 

Este primer ordenador fue diseñado también con el único objeto de ayudar a su compañera Bombe a descifrar los códigos alemanes. Colossus surgiría de la imperiosa necesidad de aumentar la eficacia en el descifrado de los códigos y, sobre todo, la rapidez de su ejecución. La idea surgió al trabajar sobre la interceptación de teletipos codificados por los alemanes en sus transmisiones. Los ingleses llamaron Fish a las claves alemanas que circulaba a través de teletipo para distinguirlas de las recibidas a través de las máquinas Bombe, ya que los alemanes utilizaban conjuntamente las máquinas Enigma en sus transmisiones en clave junto a dichos  teletipos codificados.

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Así, la nueva máquina se utilizaría inicialmente no sólo para descifrar los códigos de las máquinas Enigma sino también y sobre todo para descifrar los llamados códigos Fish o lo que es lo mismo, las transmisiones de la máquina de teletipos codificados alemana.  

 

A comienzos de la guerra los servicios ingleses interceptaron señales de teletipo en las que no se utilizaba el código Morse y que eran distintas a las codificadas normalmente con las máquinas Enigma. Se trataba de señales codificadas por el ejército alemán por una máquina diferente, máquina que finalmente fue localizada con el nombre de  Lorenz en sus dos versiones utilizadas: la SZ40 y la SZ42 y que no eran otra cosa que un accesorio que conectado a un teletipo cumplía los mismos propósitos que Enigma pero con distintas claves. Y serían precisamente sus observaciones del sistema Fish las que llevarían a Turing a idear la primera máquina programable, electrónica y digital, considerada hoy día, con reservas, como un ordenador.

Así como Turing fue el creador de la idea inicial y de la base lógica en los ordenadores, un primer prototipo de esta máquina fue diseñado por Tommy Flowers, un técnico de la British Post Office Research Station que ideó la utilización de válvulas convirtiendo así su propuesta en el primer ordenador de la historia;  suyo fue el mérito de utilizar válvulas para construir el circuito de un ordenador.  Pero la máquina como tal sería diseñada y construida por Max Newman en 1943. Gracias a Colossus  63 millones de caracteres contenidos en mensajes alemanes cifrados fueron interceptados por los aliados y finalmente descifrados con éxito.

 A la vista de las prestaciones de Colossus Turing vio prioritaria la necesidad de estudiar electrónica para construir una máquina universal, al pensar en sus posibles aplicaciones civiles dado que la guerra estaba entrando en su fase final. Así, una primera versión de Colossus, llamada Markus 1, se construyó a comienzos de 1944 seguida de una nueva versión mejorada en junio de ese mismo año denominada Markus 2. A finales de la II Guerra Mundial estaban en servicio diez máquinas Markus 2 en Bletchley Park. Y todas ellas, al igual que las máquinas Bombe, fueron destruidas al final de la guerra por orden del primer ministro británico, así como los planos y estudios del proyecto con objeto de preservar lo considerado como alto secreto militar.

Treinta años después de terminada la guerra, en 1976, una vez concluido el plazo que imponía la ley de secretos militares, el proyecto Colossus volvió a salir a la luz sacando al escenario de la Historia de la Tecnología  a los protagonistas del proyecto, con Alan Turing a la cabeza, que desde entonces serían considerados los creadores del primer ordenador, por delante de los creadores del norteamericano ENAC, construido en el año 1946 y que hasta 1976 fue considerado como el primer ordenador electrónico.

 

 

1938. La máquina de Turing

 

En el año 1938 Alan Turing presenta lo que se llamaría la Maquina de Turing, una máquina teórica con la que sería posible definir el concepto de algoritmo y que sería el referente fundamental de la computación. El matemático ya había trabajado sobre la idea de una máquina abstracta –no real- una máquina teórica capaz de transformar con absoluta precisión operaciones previamente definidas en símbolos sobre una cinta de papel. 

David Hilbert, en el Congreso Internacional de Matemáticos de 1900, formuló la   pregunta de si debe existir, al menos en principio, algún método definido mediante el cual toda cuestión matemática pueda ser demostrada, es decir, un algoritmo de respuesta universal. Se trataba de un problema de decisión,  o lo que es lo mismo, de poder establecer la consistencia o inconsistencia de un sistema formal, y que en alemán él llamó Entscheidungsproblem. Fue en este contexto cuando Hilbert propuso el desafío de encontrar un procedimiento mecánico con el que decidir sobre la veracidad o no de una proposición matemática.

A su vez, en Cambridge y en 1931, Bertrand Russell, como filósofo y matemático, sostenía que la lógica era el sólido soporte para las verdades matemáticas, mientras que Kurt Gödel había enunciado un célebre principio filosófico en el ámbito de las matemáticas a partir de lo que se conoce como sistemas auto-referenciales y conocido como el Teorema de incompletitud de Gödel. 

En uno de sus trabajos, Turing trata de resolver el problema formulado por Hilbert y sienta las bases teóricas de la moderna computación. Por su parte, durante su estancia en Cambridge y a pesar de su admiración por Russell, fue consciente de que para contestar a la pregunta de Hilbert necesitaba una definición del concepto método. Para ello analizó qué era lo que hacía una persona para transformar un proceso metódico y buscó la forma de hacer esta misma operación mecánicamente. Expresó el análisis en términos de una máquina teórica que sería capaz de transformar con precisión operaciones elementales previamente definidas en símbolos en una cinta de papel. Este concepto, también conocido como la Máquina de Turing, se considera la base para la teoría moderna de la computación.

 

En agosto de 1936 presentó el concepto final de la Maquina de Turing como máquina universal en su artículo On Computable Numbers. Ya desde sus primeras publicaciones científicas el matemático concibe un proyecto de máquina autómata que sería el origen abstracto de una computadora, considerada como máquina inteligente. Y en su estudio Los números computables, con una aplicación al Entscheidungsproblem publicado en 1936, Turing reformuló los resultados obtenidos por Kurt Gödel en 1931 sobre los límites de la demostrabilidad y la computación, sustituyendo el lenguaje formal universal descrito por Gödel por lo que hoy se conoce como Máquina de Turing, unos dispositivos formales y simples no utilizados hasta entonces. A la vez que demostró que su máquina sería capaz de implementar cualquier problema matemático que pudiera representarse mediante un algoritmo,  introduciendo, a su vez, el concepto de números definibles.

También expondría su pensamiento en el trabajo Computing Machinery and Intelligence, aparecido en la revista Mind posteriormente, en el año 1950, que supone una visión científica y filosófica en el origen de las grandes transformaciones que darán lugar a la idea de una sociedad tecnológica de la información, como el tiempo demostraría. Y sería la bandera de los defensores de la Inteligencia Artificial.

No hay nada humano, incluido el pensamiento, que no pueda ser reproducido por una máquina inteligente, ya que -según afirmaba Turing- toda función computable por la naturaleza humana es computable por una máquina. El llamado Test de Turing (si bien  el nombre de Test de Turing fue acuñado con posterioridad y ya fallecido su autor)  era el procedimiento desarrollado por el matemático para identificar la existencia de inteligencia en una máquina, y daba respuesta acerca de la capacidad de las máquinas para resolver problemas con mayor capacidad y rapidez que el cerebro humano. De esta manera los comportamientos aparecían directamente guiados por estímulos concretos, y las pautas de la conducta y de la acción podrían ser codificadas, memorizadas y reproducidas a través de respuestas sujetas a la lógica causal. La complejidad, los nuevos lenguajes de la máquina, los conceptos de algoritmo y programa, las funciones de memoria y la noción de inteligencia artificial, subyacen en la adelantada visión de Alan Turing. Uno de los méritos del Test de Turing es que tiende a provocar la discusión sobre cuestiones fundamentales aún sin resolver, no sólo en inteligencia artificial sino también en otras disciplinas. 

 Mediante el Test de Turing se podría identificar la existencia de inteligencia en una máquina, abriendo las puertas a la búsqueda de la Inteligencia Artificial partiendo de la premisa positivista de que si una máquina se comporta en todos los aspectos como inteligente, debe de ser considerada inteligente. 

La prueba es un desafío: a través de una conversación no presencial -tipo chat actual- una persona no avisada debe determinar si está hablando con otra persona o con una máquina. Si la persona no es capaz de determinar si con quien se comunica es humano o máquina, se considerará que la máquina ha alcanzado un nivel aceptable de inteligencia.

Por su parte  John Searle propuso un ejemplo popularizado por Roger Penrose y llamado La Sala China. En esencia es igual al Test de Turing en la forma, aunque en este caso la prueba la realizan personas encerradas en una habitación que no conozcan el idioma en que se realizará la conversación de la prueba, aunque podrán utilizar un diccionario que les permita confeccionar las respuestas a partir de las preguntas recibidas, sin entender los símbolos. Así, la prueba llega a la conclusión de que por mucho que una persona sea capaz de enviar una cadena de símbolos en chino como respuesta a otra cadena recibida, no quiere decir que sepa chino, sino que sabe aplicar un conjunto de reglas que le dicen qué es lo que tiene que enviar. 

 Turing demostró que no había ninguna solución para el problema de decisión, el ya citado Entscheidungsproblem, probando que el problema de la parada para las máquinas de Turing era irresoluble ya que no era posible decidir algorítmicamente si una máquina de Turing dada llegaría a pararse o no. Turing publicó su demostración después de que Alonzo Church publicara en el American Journal of Mathematics en 1936 una  demostración equivalente en su estudio titulado “Un problema irresoluble en la teoría de números elemental” que también probaba, al igual que Turing, que no existe un proceso de decisión en la aritmética, si bien con un enfoque muy diferente. Esta demostración se basaba en una notación formal, a la que llamó cálculo lambda, para transformar todas las fórmulas matemáticas a una forma estándar. Pero el estudio de Turing es mucho más accesible e intuitivo. Ambos trabajos tuvieron profundas consecuencias para el desarrollo posterior de las ciencias de la computación y la inteligencia artificial.

            La máquina de Turing, a pesar de su contundente nombre, nunca llegó a construirse, quedándose en una máquina teórica capaz de definir qué clase de problemas serían capaces de tratar los ordenadores o lo que es lo mismo, lo que se denominaba en aquella época la máquina inteligente del futuro. A partir de la idea de Máquina de Turing, otros investigadores realizaron, en el futuro que él había augurado, trabajos y   experimentos de simulación que dieron paso al nacimiento y desarrollo de dos de las disciplinas más apasionantes surgidas durante el siglo XX: la computación y la inteligencia artificial.

 

 

1950. La guerra fría.  

 

 Los aliados habían ganado la guerra reconociendo la importante labor realizada por los técnicos ingleses Bletchley Park. Pero así como la guerra que devastó Europa había finalizado en lo que a horror se refería, comenzó una guerra de desconfianzas entre los antiguos aliados estableciéndose así una situación de agresión contenida que se conocería con el nombre de Guerra Fría.

Los técnicos de Bletchley Park volvieron a la vida civil. Muchos de ellos siguieron trabajando para el Estado en distintos puestos de responsabilidad; otros fueron contratados por empresas privadas; muchos volvieron a la universidad para hacerse cargo de la labor docente abandonada y en algunos casos, otros se trasladaron a Estados Unidos atraídos por mejores posibilidades para seguir investigando y por las también mejores retribuciones económicas.

Pero para los servicios secretos, ingleses y americanos especialmente, todo el que hubiera tenido un cargo de responsabilidad en las tareas de investigación durante la guerra era una persona a vigilar. La Guerra Fría traía como consecuencia el espionaje, al haber quedado Europa dividida en dos bloques antagónicos: Europa Oriental y Europa Occidental, que veinte años después se separarían aún más con la erección del Muro de Berlín. Los antiguos aliados recelaban y se vigilaban.

Alan Turing se convirtió, terminado su importante trabajo, en una persona molesta, a pesar de que todos reconocieron su enorme valía para la causa de los aliados y de que el gobierno inglés, en agradecimiento, lo condecorara, como ya citamos, con la Orden del Imperio Británico en el año 1946. Pero… siempre había un pero en los que se dedicaban a escudriñar en las vidas de los demás, y más si eran homófobos. El matemático se había convertido a los ojos de quienes lo vigilaban en alguien susceptible de ser manipulado -como creador y conocedor de importantes secretos militares- por potencias extranjeras, aunque en realidad solamente hubiera una que preocupara al llamado mundo occidental: la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, antes aliada y amiga y ahora amiga-enemiga.

Los ordenadores, ya en plena fase de experimentación y construcción, aparecieron como un instrumento imprescindible para todo tipo de cálculos y operaciones impensables apenas tres años antes. En Estados Unidos la energía atómica (después de las terribles experiencias del lanzamiento de las primeras bombas atómicas los días 6 y 9 de agosto de 1945 sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki) se presentaba como la panacea occidental disuasoria y agresiva, lo que provocaba que todos sospecharan de todos para mantener en secreto lo que se sabía, o para conseguir la información necesaria para entrar en lo se llamó la carrera atómica. Y la histeria de los gobiernos implicados a punto estuvo de provocar una nueva y seguramente definitiva confrontación mundial.

Así pues, los conocimientos de Alan Turing tenían un gran valor estratégico  y científico como pionero de la teoría para la consecución de los ordenadores Con el añadido de que muchas de sus teorías, además de sus trabajos, eran considerados secreto militar.

 

A partir de la estabilización europea y de que avanzaba la década de los años cincuenta Turing viajó, haciendo turismo, a diversos países europeos -especialmente a Grecia, que en aquella época era considerado como un punto de turismo homosexual- lo cual incrementó el nerviosismo de los que no habían dejado de vigilarle. Si siempre fue sospechoso de vulnerabilidad dada su condición homosexual, ahora se le consideraba un peligro para la seguridad de más de un estado occidental, obsesionados como estaban por la expansión del comunismo. El matemático, acostumbrado a estar en guardia permanente, se dio cuenta de que era vigilado, lo que acrecentó su hipersensibilidad. Se hizo aún más introvertido y solamente confiaba en sus familiares y en un puñado de amigos.

Turing recibió, como científico prestigioso que era, la invitación del National Physical Laboratory (NPL) de Londres para que se encargase del diseño de un ordenador con las características de una máquina digital electrónica que tuviera la posibilidad de almacenar datos en un programa llamado de memoria. Y preparó el proyecto de su máquina ACE (Máquina de Computación Automática) que fue aceptado sin especial entusiasmo ya que a juicio de la dirección del laboratorio era un proyecto demasiado ambicioso. El matemático aceptó el encargo al ver la oportunidad de construir una máquina a la que trasladar sus ideas sobre computación. Pero al comprobar que el proyecto en desarrollo en los laboratorios del NPL no avanzaba al ritmo por él requerido dimitió de su cargo y aceptó, en la primavera de 1948, la invitación de Max Newman. Así, ese mismo año se incorporó a la Universidad de Manchester como director asociado del Royal Society Computing Machine Laboratory, con la esperanza de que los avances en sus investigaciones fueran más rápidos que en su anterior destino.

           

Alan Turing había conocido a Max Newman en un curso impartido por el segundo en Cambridge, en 1935. Y desde este primer encuentro se estableció una sólida corriente de admiración entre ambos. A partir de 1938 ambos científicos volvieron a coincidir en Bletchley Park. Al término de la guerra, en 1945, Newman fue nombrado catedrático de matemáticas puras en la Universidad de Manchester, con el encargo de crear un nuevo departamento en el que se aprovechara la experiencia y conocimientos adquiridos en Bletchley Park con el fin de diseñar y construir máquinas inteligentes. Las máquinas serían construidas con fines científicos y no militares, y especialmente utilizadas en álgebra y topología. Newman contó con carta blanca que se materializó en el generoso patrocinio de la Royal Society para que creara la Royal Society Computing Machine Laboratory en  dicha universidad. Newman le encargó a Turing la dirección  de todos los aspectos matemáticos de la computación.

Antes, y habiendo dimitido de su cargo en el NPL, Turing  decide pasar el curso académico 1947-48 en la Universidad de Cambridge, centrando su interés y estudios tanto en los ordenadores y su programación como en estudios de psicología, biología y neurofisiología. De su interés por la biología y la psicología nacería años más tarde el término inteligencia artificial. Según Andrew Hodges, uno de sus biógrafos, en esta época mantuvo una relación sentimental con un estudiante de matemáticas del King´s College de Cambridge llamado Neville Jonson, lo que le creó las críticas, cuando no la repulsa, de sus compañeros de claustro. Y volvió con especial intensidad a una actividad que en realidad nunca había abandonado del todo: la práctica del deporte, sobre todo del atletismo. Como miembro del Walton Athletic Club gano las carreras de las 3 y las 10 millas, batiendo el record establecido,  corriendo también la Maratón Amateur de 1947 llegando a la meta en quinto lugar.

            Una vez en Manchester en el equipo de Max Newman, Turing participó, como encargado del software responsable del funcionamiento del ordenador, en la creación del ordenador Manchester Mark I que más tarde recibiría en nombre de MADAM (Manchester Automatic Digital Machina) que entraría en servicio en el verano de 1958. Eso le supuso participar en el proyecto que le acercaba a sus sueños: la construcción de una máquina inteligente o, lo que es lo mismo, de un ordenador. En esta etapa realizó  estudios más abstractos como lo demuestra el ya citado artículo Máquinas de computación e inteligencia publicado en el mes de octubre de 1950. Las máquinas diseñadas en los laboratorios de Newman abordaban todo tipo de cuestiones: desde el  tratamiento de ecuaciones diferenciales y álgebra de matrices en problemas prácticos procedentes de ámbitos tan variados como la biología, la industria aeronáutica o la distribución de electricidad, hasta la resolución de problemas para el diseño de sistemas ópticos, el análisis de Fourier en cristalografía, o la resolución de problemas de ajedrez –otra de las pasiones de Turing- entre otras muchas aplicaciones. 

 La construcción de este ordenador, en una época tan necesitada de noticias positivas como era la posguerra, causó admiración en Inglaterra. El periódico The Times, en un artículo publicado el 30 de noviembre de 1950,  publicó: En un cuarto de hora puede hacer un cálculo que hecho a mano (si  ello fuera posible) llenaría medio millón de hojas de papel. 

En el año 1951 Turing fue nombrado Fellow de la Royal Society. Recibió este nombramiento por su contribución al desarrollo de las máquinas inteligentes desde sus primeros trabajos y a la publicación, en agosto de 1936, de su artículo On Computable Numbers donde presentó el concepto final de la Maquina de Turing como máquina universal. Este año centraba gran parte de su trabajo en la aplicación de la teoría matemática a las formas biológicas. En 1952 publicó la primera parte de su estudio teórico sobre morfogénesis, el desarrollo de patrones y formas en organismos vivos.

Desde el año 1952 hasta su muerte, en el año 1954, el matemático trabajó en biología matemática, y en concreto en morfogénesis. Y publicó en 1952 un trabajo sobre esta materia titulado Fundamentos Químicos de la Morfogénesis. Su principal interés era comprender la existencia de los números de Fibonacci (la famosa sucesión cuyos términos se obtienen sumando los dos anteriores: 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21…) en las estructuras vegetales. Utilizó ecuaciones de reacción-difusión que actualmente son cruciales en el campo de la formación de patrones y además, creó el que se conocería como el primer juego de ajedrez por ordenador. 

 


 

7 de junio de 1954. El final de la maratón.

 

El hombre, manifiestamente homosexual, se acercó al hombre que, aunque homosexual, no lo era tan manifiestamente. Pero al hombre no manifiestamente homosexual que bebía cerveza en la barra no le agradó el acercamiento, a pesar de la juventud y el atractivo del hombre que se le había acercado con el pretexto de pedirle fuego para un cigarrillo que ni siquiera tenía a la vista. Y no le agradó al reconocerlo como al hombre que lo vigilaba y seguía con discreción desde hacía cinco días, pero no con la suficiente discreción como para que pasara inadvertida a los ojos de un hombre con una desarrollada capacidad de observación. Además, otra cosa lo puso en guardia: lo lógico es que él, hombre de 41 años, de haber deseado un contacto, se hubiera acercado al joven, y no al contrario… pero no pudo resistirse a la encantadora sonrisa de aquel hombre que parecía haber abandonado la adolescencia aquella misma tarde, de cara de niño y modales exquisitos que contestaba: No importa, a la respuesta: Lo siento, no tengo fuego… y que a modo de inicio de conversación trivial, añadía:  Bueno, esta puede ser una buena ocasión para dejar de fumar.

Lo que menos podía imaginar Alan Turing, a pesar de su prevención, era que  todo era una maniobra de entretenimiento de quien conocía sus predilecciones sexuales para que continuara al menos media hora más en The Bosco, el pub cercano a su domicilio. Una maniobra para que en el momento en que escuchaba la frase sobre  dejar de fumar,  no fuera testigo de que un hombre abría la puerta de su casa con un hábil movimiento de ganzúa, entraba con la familiaridad de quien conoce la casa porque quizá la conociera, se dirigía a la cocina y con la parsimonia de un profesional, abría un maletín -semejante a los que utilizan los médicos de cabecera- justo al lado de un frutero en el que solamente había una manzana.

 

En febrero de 1952 Alan Turing mantenía relaciones homosexuales con un joven de 19 años llamado Arnold Murray. Durante un fin de semana en el que tenía que hacer un viaje Turing dejó solo a su amante en su casa Wilmslow, en el condado de Cheshire. A su vuelta, su amigo había desaparecido y con él algunos objetos cuyo valor era más sentimental que económico. Pero todo se complicaría con la llegada de una carta en la que se le amenazaba con un chantaje. El matemático cometió el error de denunciar el robo a la policía lo que llevaría a que durante la investigación se descubriese la relación homosexual entre denunciante y denunciado.

En aquella época y en Inglaterra la homosexualidad era considerada un acto impropio, ilegal y delictivo (sería considerada ilegal hasta el año 1967). La prensa sensacionalista se hizo eco del caso y la policía se interesó más en investigar la vida del matemático que en perseguir al ladrón al considerar el delito como menor. Turing aceptó las acusaciones, convencido como estaba de no tener que dar explicaciones a nadie sobre su orientación sexual, y en el mes de febrero de 1952 fue detenido para ser juzgado  el 31 de marzo de 1952, acusado de mantener una relación sexual con un varón de 19 años. El proceso tuvo un gran eco entre la comunidad científica internacional. Finalmente fue condenado pero dado su enorme prestigio, se le dio a elegir entre ingresar en prisión o someterse a un tratamiento hormonal para reducir la libido, un procedimiento absurdo, represor y castrante prototipo de una época hipócrita en la que lo importante era mantener una normas sociales que se desintegrarían apenas quince años después.

Por temor a que su ingreso en prisión afectara a su ya deteriorado prestigio, Turing eligió la opción del tratamiento de inyecciones de estrógenos que le aplicaron durante un año y que le producirían humillantes alteraciones físicas en su cuerpo de atleta, como sería un considerable aumento de peso y la aparición de pechos. Hundido en una depresión sin salida por el añadido de la aparición de disfunciones eréctiles, se concentró aún más en sí mismo, eludiendo la compañía de sus íntimos. Así, se centró aún más en su trabajo con una dedicación al límite unido a una gran creatividad científica, ya que al parecer iniciaba un nuevo proyecto sobre lo que denominaba una nueva mecánica cuántica. Con el agravante de que a todos sus problemas se unía la presión a que se veía sometido al estar bajo el juramento de secreto, debido al Acta de Secretos Oficiales que el estado inglés impuso a todos los investigadores que trabajaron en temas clave en Bletchley Park (en realidad el silencio rodeó el trabajo de Turing de aquella época permaneciendo en secreto hasta las desclasificaciones de la década de los años setenta).

Con la llamada Guerra Fría el gobierno inglés desempolvó los trabajos efectuados en plena guerra en Bletchley Park y se tomaron como punto de partida para decodificaciones y trabajos secretos por parte de la Inteligencia Británica en claro enfrentamiento con el bloque soviético. Turing siguió trabajando para la Oficina Central de Comunicaciones del Gobierno (GCHQ), tan en secreto que ni siquiera lo supieron sus compañeros de la universidad de Manchester. Turing se sentía alagado al haber sido reclamado para esta importante misión, impresión que se vendría abajo a consecuencia del juicio al serle retirada la acreditación en la GCHQ. La Seguridad del Estado estaba preocupada por la actividad de un científico considerado emocionalmente inestable, homosexual y juzgado por ello, tendente a la depresión y con muchos amigos científicos extranjeros o residentes en el extranjero, que tenía completo conocimiento de actividades secretas, no sólo las realizadas en Bletchley Park sino también las presentes que se estaban investigando en ese momento, cuya divulgación hubiera sido considerada un riesgo para la seguridad del estado.

 

Alan Turing falleció el 7 de junio de 1954. Al día siguiente su asistenta encontró su cuerpo acostado en la cama. Sobre la mesilla de noche había una manzana a la que le faltaba un bocado. El examen posterior descubriría que la manzana contenía una alta dosis de cianuro, suficiente para causar la muerte de quien comió una porción tan pequeña. A pesar de que la policía determinó muerte por suicidio, su familia y sus amigos dividieron sus opiniones entre muerte accidental y muerte intencionada. La madre del matemático siempre sostuvo la tesis de que su hijo se había envenenado accidentalmente al ingerir el cianuro por no tomar las debidas precauciones con las sustancias químicas con las que trabajaba en su laboratorio, incluidos venenos que guardaba en recipientes sin etiquetar, incluidas tazas y azucareros. Así, a su juicio, el accidente habría ocurrido al ingerir cianuro accidentalmente depositado en un recipiente o incluso impregnado sobre sus dedos  después de realizar experimentos de química sobre electrolisis. O incluso, ya puesta a imaginar, por envenenamiento accidental del sabio despistado al tocar la manzana con los dedos manchados de cianuro que contaminaron la manzana, teorías todas que no se sostienen más que para los que desean sostenerlas. Por su parte, sus amigos, mucho más suspicaces, siempre mantuvieron la teoría nada desdeñable de la conspiración para eliminar al hombre que incomodaba a los gobiernos de Inglaterra y de Estados Unidos.

La revista Time publicó, en marzo de 1999, la lista de las veinte personas más influyentes del siglo XX: Alan Turing, el hombre que sabía demasiado, formaba parte de ella.

 

 

 

El Test de Turing y 2001. Una odisea en el espacio

 

Curiosamente Alan Turing fijó el año 2000 como fecha límite en que las máquinas –los ordenadores- pasarían el Test de Turing, asegurando que el hombre y la máquina conversarían y se entenderían, manteniéndose siempre la máquina al servicio del hombre, como enfoque básico de la inteligencia artificial.

 

Años después el novelista Arthur C. Clarke popularizaría este tema con su obra 2001. Una odisea en el espacio, popularidad que aumentaría con la que sería película de culto dirigida en el año 1968 por el inglés Stanley Kubrik. En la película del mismo título, el ordenador HAL 9000 (Clarke utiliza las siglas de IBM, desplazándose un lugar a la izquierda en el alfabeto) emociona a los espectadores al morir recordando a su creador y las canciones que éste le enseñaba.

 

Tal vuelta a la actualidad dio lugar a que en el año 1990 se estableciera el Premio Loebner para los programas “más inteligentes”. La convocatoria es anual y las pruebas están basadas en el test de Turing. Hay un premio especial de 100.000 dólares para el primer programa que los jueces no puedan distinguir de un ser humano verdadero, que incluya descifrar mensajes y la comprensión de textos, con entradas visuales y auditiva. Este premio se otorgará una sola vez, y aún no ha sido concedido.

 

En la actualidad tenemos a nuestro alcance una aplicación muy popular del famoso test, se trata del conocido método de identificación anti-spam mediante signos distorsionados que permite determinar si el usuario es humano o se trata de una máquina. Su nombre, CAPTCHA, es el acrónimo de Completely Automated Public Turing test to tell Computers and Humans Apart. Lo más curioso es que sean ordenadores los que deciden si el interlocutor es un ordenador o una persona.