Homenaje por el centenario de su nacimiento
La imaginación es más importante que el conocimiento.
Albert
Einstein.
-¿Usted cree que es de fiar?
-Sí, señor.
-¿Esta seguro?
-Por completo, señor.
-Pero…
-Ya sé a lo que se refiere, pero no tiene por qué
preocuparse.
El hombre que tenía la carpeta sobre la mesa se revolvió
incómodo en su asiento y miró con un punto de desconfianza a su interlocutor,
al joven excesivamente atildado, para su gusto, que le había entregado el
dossier encargado… y que en ese momento, ante la desconfianza de su superior,
insistía:
-Por encima de todo es un gran matemático.
-¿Por encima de
todo?
-He querido decir… bueno, quiero decir… que es el mejor
de todos nosotros. Y, por supuesto, el que con mayor eficacia puede ayudar a
Inglaterra en las actuales circunstancias –contestó el joven, desviando su
mirada hacia el suelo.
-Está bien, está bien, está bien... Pero sepa usted que
estará especialmente vigilado. En estos tiempos todos somos susceptibles de
cometer errores que pueden ser fatales para la patria. Los homosexuales y las
mujeres, y espero que esté de acuerdo conmigo, son personas especialmente
sensibles, especialmente vulnerables a los ataques
de agentes extranjeros, y no creo que tenga que recordarle los casos de mujeres
que traicionaron a su país por culpa del embaucamiento de agentes enemigos que ven en ellas una presa fácil de
atacar. Además, la homosexualidad es una actividad (¿actividad? –se preguntó sorprendido el que escuchaba) prohibida
en Inglaterra y por lo tanto penada por la Ley. Por otra parte, tengo entendido
que el señor…
-Turing. Alan Mathison Turing, señor
–añadió el que estaba de pie, al ver dudar a su superior.
-Alan Mathison Turing
–repitió el que estaba sentado, sin levantar la vista de los papeles que tenía
en sus manos- Pues bien, repito: tengo entendido que el señor Alan Mathison Turing es, además, un hombre hermético y
de personalidad un tanto complicada, por utilizar un término… En fin, no me fío
de quienes no saben separar su vida privada de su vida profesional…
-Pero, de momento,
señor, no sabemos…
Claramente molesto por la interrupción, el hombre sentado
fulminó con la mirada a su interlocutor, para continuar diciendo:
-Además, el trabajo que va a llevar a cabo va a ser de
estricto secreto. Pero ya veo que las referencias son inmejorables –dijo,
ojeando el primer folio del dossier, y añadió- pero a mí, como militar, siempre
me queda un poso de desconfianza… -iba a decir hacia los civiles, y
probablemente hacia las mujeres y los homosexuales, pero frenó el comentario
por respeto al civil que tenía delante y que, al igual que el matemático que le
proponían, tenía un brillante expediente académico, más que suficiente para
formar parte del Government Code and Cypher School
(Escuela gubernamental de
código y cifrado).
En cuanto se quedó solo en el
despacho que estaba situado en la planta baja de la mansión conocida por el
nombre de Bletchley Park, el militar vestido de civil que se sentaba ante
la barroca mesa de caoba, se arrellano en su asiento, abrió la carpeta en la
que una letra ordenada y picuda había escrito Informe sobre el matemático
Alan Mathison Turing, y comenzó a leer…
a) Alan Mathison Turing nació el 23 de Junio de 1912, en una clínica de la zona de Paddington,
en Londres, aunque se cree que fue concebido en la ciudad india de Chatrapur. Su padre, Julius Mathison Turing, era un alto
funcionario del gobierno británico destinado en India que se casó con Ethel
Sara Stoney, de origen irlandés y también residente
en India, ya que su padre era el ingeniero jefe de los ferrocarriles de Madrás. La futura madre del matemático
se trasladó a Londres para que su hijo naciera en la metrópoli y a su lado
permaneció hasta que éste cumplió un año. En 1913 regresó junto a su marido
dejando a su hijo en Londres al cuidado de unos parientes. En 1926 volvieron
definitivamente a Inglaterra.
b) Desde una edad muy temprana el niño dio
muestras de un agudo ingenio y de una gran inteligencia. Y también desde muy
pequeño mostró su interés por los rompecabezas y los juegos en los que
aparecieran números. En el año
c) En 1926,
a la edad de catorce años, ingresó en la Sherborne School, que estaba en el
condado de Dorset (se cuenta como anécdota que su primer día de clase coincidió
con una huelga de transportes. El joven Turing, sin
arredrarse ante tal contingencia y demostrando su magnífica condición física,
recorrió en bicicleta las más de
d) En 1928,
recién cumplidos los dieciséis años, descubrió los trabajos de Albert
Einstein sobre
A consecuencia de centrar su atención solamente en las disciplinas de
ciencias, descuidando las materias de letras, más los problemas añadidos, no
superó los exámenes para ingresar en el Trynity College de la universidad de Cambridge, que era su primera
opción, teniendo que contentarse con la segunda: el King´s
College de la misma universidad, donde estudió con el
reputado matemático Godfrey Harold Hardy.
e) En 1932
centra su interés en la física a partir del descubrimiento de tres obras: el
“Estudio de los fundamentos lógicos de mecánica cuántica” de John von Neumann, la obra de Bertrand Russell (doble subrayado en rojo con el añadido al margen y en letras mayúsculas:
“ATENCIÓN: PACIFISTA”) “Introducción a la filosofía matemática”
y el libro “Principia Matemática”
obra conjunta de A. N. Whitehead y B. Russel,
considerada la obra maestra de la lógica matemática.
f) El propicio ambiente de estudio del King´s College influye en su
carácter, que se hace menos introvertido abriéndose de tal manera que, entre
1932 y 1933, forma parte de movimientos y asociaciones estudiantiles, al tiempo
que asume plenamente su identidad homosexual. Se sabe que tuvo un
“más que amigo” llamado James Atkins, también
estudiante de matemáticas. Ambos, homosexuales discretos, evitaron los
ambientes homosexuales de todos conocidos en los círculos universitarios e
intelectuales. (doble
subrayado en rojo de los tres renglones).
Además, y dada su complexión atlética, dedicó en esta época gran parte de su tiempo a actividades deportivas
al aire libre, preferentemente a correr o remar, obteniendo muy buenos registros.
g) En 1933
es iniciado en los principios lógicos matemáticos por el ya citado Bertrand
Russell, filósofo y matemático de enorme prestigio. Con la llegada al poder de
los nacionalsocialistas de Adolf Hitler, se adhirió a los movimientos
antibélicos que estallaron en Inglaterra y en el resto de Europa ante la
agresiva política alemana. Con todo, la postura de Turing
fue netamente patriótica, ya que no se decantó, como algunos de sus
compañeros de universidad, hacia movimientos revolucionarios de ideología
marxista (nuevo subrayado en rojo).
h) En 1934
obtiene su licenciatura en matemáticas y en 1935 una beca del King's College. En la primavera
de este año asiste en Cambridge a un curso avanzado impartido por el topólogo Max Newman sobre
fundamentos de la matemática, en el que se estudiaban los resultados sobre la incompletitud de Gödel y las
preguntas de Hilbert sobre la decidibilidad.
Este mismo
año concluye su estudio “Los números computables, con una aplicación al Entscheidungsproblem”, que publicaría al año siguiente. En
dicho estudio reformuló los resultados obtenidos por Kurt
Gödel en 1931 sobre los límites de la demostrabilidad y la computación, sustituyendo al lenguaje
formal universal descrito por Gödel. (Nota: Ya desde
sus primeras publicaciones aparece un proyecto de máquina autómata, no física
sino abstracta. Y en uno de de sus trabajos sienta con gran brillantez las
bases teóricas del problema formulado por David Hilbert
a principios de siglo, el citado Entscheidungsproblem, o problema de decisión, sobre la
existencia de un algoritmo de respuesta universal).
i) En 1936 obtiene el Smith Prize por su
trabajo sobre Teoría de Probabilidades titulado “Sobre la función de error
de Gauss”. Curiosamente en este trabajo, y casi sin sin
proponerselo, presenta una demostración del teorema central
del límite, sin saber que Lindeberg lo había demostrado
diez años antes. Este hecho le proporcionará a pesar de su corta edad un gran
prestigio internacional.
(El que leía el informe no pudo reprimir la tentación de
poner varias interrogaciones a la izquierda del recuadro, pensando si la
fórmula, cuyo significado se le escapaba, no sería una clave secreta)
En el mes
de septiembre de este mismo año viajó a los Estados Unidos de América para
trabajar durante los dos años siguientes en
j) En 1938
obtuvo el Doctorado en Princeton con la tesis
que llevaba por título “Systems of Login Based on
Ordinals”, trabajando posteriormente como becario de
John von Neumann en el Institut
for Advanced Studies, donde le ofrecieron un puesto académico, puesto
que Turing rechazó para volver a Inglaterra durante
el verano del presente año.
Terminada la lectura del informe, el hombre abrió un cajón de
su mesa, sacó un tampón y una almohadilla y estampó en tinta roja en la
carpeta, sobre el nombre que la identificaba, la palabra APROBADO. Después,
levantó el auricular de unos de los tres teléfonos que había sobre la mesa y
dijo:
-Que se incorpore a su trabajo mañana mismo.
En un lugar secreto de Inglaterra –secreto para los
alemanes que no para los ingleses- se construyó un complejo
militar entre fábrica y laboratorio que llevaba el nombre de Bletchley Park.
Bletchley Park
estaba situado en la región de Buckinghamshire, en plena campiña inglesa, a
La mansión, en la que se instalaron los despachos y las
oficinas del complejo, fue construida en el siglo XIX y constaba de cuatro edificios de dos plantas unidos entre
sí pero distintos en su construcción, lo que le daba el aspecto, al menos en su
fachada principal, de ser edificios pertenecientes a cuatro lujosas viviendas
independientes entre sí. La mansión perteneció a un magnate que la mandó
construir en el más puro estilo neogótico-Tudor, tan del gusto de la sociedad
victoriana. Los extensos terrenos que la rodeaban, y que en su día tuvieron
unos jardines en consonancia con la edificación, alojaron una serie de
edificaciones auxiliares y barracones, o huts,
donde se llevaba a cabo el trabajo real que llevaban a cabo las doscientas
personas que inicialmente se instalaron allí en el año 1938, cuando se tuvo la
certeza de que una guerra con Alemania era inminente.
Una vez iniciada la II
Guerra Mundial y con los ejércitos alemanes avanzando imparables por Europa,
los esfuerzos para contrarrestar ese avance por parte de los aliados hicieron
que aumentara la llegada de los llamados técnicos
a Bletchley Park. Así, crecería el tamaño y la cantidad de
las edificaciones, aunque afortunadamente respetando siempre la propiedad
original. Y del grupo inicial de doscientos expertos se llegaría a cerca de
diez mil en 1945, a modo de ejército en la sombra que luchaba a su manera, pero
eficaz e inteligentemente, contra el enemigo. Y si en la I Guerra Mundial los
que aportaron su experiencia, esfuerzo e inteligencia fueron, sobre todo,
expertos en geografía, historia, armamento e idiomas, ahora se instalaron en
las nuevas edificaciones otra clase de expertos más en consonancia con las
técnicas de la época. Hombres y mujeres de total y absoluta confianza
reclutados principalmente mediante la llamada red de old-boys
y old-girls, es decir, por veteranos del citado Room
40, cuya eficacia ya había sido sobradamente demostrada.
Así, aquellos veteranos técnicos
se encargaron de ponerse en contacto con sus antiguos compañeros y profesores de Oxford, Cambridge, del Newnham College y del Girton College de Cambridge, indagando y
confiando es su consejo acerca de quiénes podrían ser susceptibles de ser
reclutados para una misión tan secreta que ni siquiera podían explicar de qué
misión se trataba. Secreto absoluto, que el enemigo, aunque todavía no lo fuera
-si bien poco faltaba- era todo ojos y oídos, como
aseguraban los eslóganes que en tiempo de guerra aconsejaban prudencia ante
desconocidos hasta en los comentarios más banales: El enemigo lo ve todo, lo escucha todo. Un comentario imprudente puede
significar el fracaso de una operación militar o una derrota en el frente.
Otro tipo de reclutamiento fue, cuando menos, original: a
través de un crucigrama publicado en el periódico The Daily Telegraph
y presentado como un concurso. Los concursantes que lograban hacer los
crucigramas en menos de 12 minutos eran seleccionados y se les proponía
realizar un trabajo especial para
contribuir al esfuerzo bélico de Gran Bretaña. De esta manera se crearon
equipos de criptoanalistas cuya única e importante misión
consistiría en descifrar el mayor
volumen de mensajes secretos del ejército alemán interceptados y, sobre todo,
en el menor tiempo posible.
De esta manera, los
equipos estaban compuestos por un heterogéneo grupo de matemáticos, ingenieros,
traductores de alemán, físicos, químicos, expertos en geografía e historia,
lingüistas, especialistas en cultura clásica, maestros del juego de ajedrez,
arqueólogos expertos en jeroglíficos, hábiles expertos en crucigramas,
psicólogos y hasta filósofos, en fin,
por una variopinta amalgama de mentes preparadas para abordar todo tipo
de problemas y, sobre todo, con capacidad y entusiasmo para resolverlos. Y a este grupo se uniría Alan Turing como encargado y responsable de descifrar los
códigos secretos de los mensajes interceptados procedentes de la marina
alemana.
El sistema de trabajo consistía en que un problema a primera
vista irresoluble sería pasado de
experto en experto, hasta que cayera en las manos de quien tuviera las
herramientas mentales apropiadas para resolverlo… o para seguir resolviéndolo, ya que a veces cada
experto resolvía el problema solamente en parte, así que lo volvía a pasar a
otra persona para que lo siguiera construyendo sobre el trabajo de
desciframiento ya efectuado por él; y a veces éste lo pasaba a otro experto, y
ése a otro… hasta que tenían la completa seguridad de que el problema estaba
resuelto.
El trabajo de los expertos se organizó como en una fábrica.
Cada grupo de criptoanalistas, también llamados rompecódigos, trabajaba en distintos pabellones
separados entre sí, a modo de secciones de una misma cadena de trabajo. A estos
pabellones se los denominaba cabañas o hut y estaban
numerados para distinguir la especialidad de quienes trabajaban en ellos. De
esta manera mientras técnicos y criptoanalistas de un
hut se dedicaban a interceptar mensajes del espionaje alemán o de sus ejércitos, los de otro
tenían por misión el descifrado de estas comunicaciones encriptadas,
pasando los mensajes descifrados a un
tercer hut donde se traducían al inglés, y de allí a un
cuarto departamento dedicado a analizar los resultados obtenidos y a recomponer
una imagen de las operaciones desentrañadas. Trabajando ininterrumpidamente las
24 horas del día aquellos equipos fueron piezas fundamentales para la victoria
de los ejércitos aliados. Además, la tecnología que inventaron y desarrollaron
marcaría el comienzo de la era de la informática que dominaría el resto del
siglo XX.
Se conocía por el nombre de Enigma a una máquina portátil con componentes mecánicos y
eléctricos, parecida a una máquina de escribir, que sería utilizada para cifrar
y descifrar textos de carácter secreto y que tendría un gran protagonismo
durante
En el año 1917 el norteamericano Edward H. Hebern ideó un sistema mecánico de rotores mediante los
cuales transformaba caracteres utilizando alfabetos independientes, como método
de sustitución polialfabética. Pero sería un año
después, a finales de
Scherbius se asoció
con E. R. Ritter fundando la empresa Scherbius & Ritter
con la idea de que la máquina se vendiera a las grandes empresas con vistas a
transacciones comerciales más o menos secretas que lo serían del todo encriptándolas. Pero convencidos de sus posibilidades
militares para la elaboración de mensajes en clave, se la ofrecieron a la
marina alemana que, en aquel periodo de paz que nadie podía prever como breve,
no mostró un especial interés por la máquina. Decepcionados, los dos socios
vendieron su empresa a la alemana Chiffriermaschinen que durante los años
siguientes comercializaron máquinas de distintas características para uso
exclusivamente civil, distinguiendo cada uno de los modelos de venta en el
mercado con las primeras letras del alfabeto.
A medida que se asentaba el prestigio
de la máquina Enigma entre las empresas
alemanas y también europeas, la marina alemana recapacitó y desarrolló sus
propios modelos de Enigma, convencidos
–más vale tarde que nunca- de las posibilidades que años antes no habían sabido
apreciar en una máquina de sencillo manejo y con óptimas posibilidades de
transporte y movilidad, al no ser ni más grande ni más pesada que una máquina
de escribir metida en su caja.
Las investigaciones y los modelos de Enigma habían ido avanzando hasta que en 1934 apareció el modelo
más sofisticado, considerado secreto de estado, y conocido con el nombre de Wehrmacht que sería utilizado por el ejército alemán para cifrar sus mensajes
antes de ser emitidos a sus tropas a través de radio o por el sistema Morse.
A pesar de todo, y al ser la marina alemana el cuerpo de ejército de élite
mimado por Berlín, desarrollaron su propio modelo de Enigma que bautizaron como Funkschlüssel
4, o, simplemente, M-4.
La máquina combinaba componentes
eléctricos y mecánicos, ingeniosos pero no excesivamente complicados de
manejar. La dificultad estribaba en la capacidad de cambio de posibilidades de
escritura y número de combinaciones que la máquina, convenientemente manejada,
producía. Los componentes mecánicos eran el cerebro de la máquina y estaban
formados por un teclado, a semejanza de los de las máquinas de escribir, y un
grupo de rotores, normalmente cinco, pero que la marina alemana, para aumentar
la complejidad de sus máquinas, llegaría a aumentar hasta ocho. Así, los
mensajes se escribían tal como eran redactados, pero cada vez que se pulsaba
una tecla se producía un giro en uno de los rotores que a su vez giraba el
resto. De esta manera se lograba que una letra no estuviera siempre codificada
por el mismo carácter inicial pues a cada pulsación de una tecla, y como
consecuencia del giro secuenciado de los rotores, variaban las letras que
escribían dicho mensaje. Cada rotor contenía todas las letras del alfabeto, en
una de sus caras había un disco dentado de baquelita y en otra una serie de
contactos eléctricos también colocados en círculo, lo que hacía que las combinaciones
para transformar una letra en otra distinta creciera hasta un número
considerablemente grande, dificultando así la lectura de cualquier mensaje
interceptado.
Aunque el ejército alemán fue el que comenzó a
utilizarla, los demás ejércitos europeos también elaboraron sus propias
máquinas Enigma y a partir de 1938, cuando ya estaban claras las intenciones expansionistas de la Alemania
nazi, estalló una guerra de espionaje industrial –un año antes de que estallara
la guerra real- en la que todos querían saber cómo eran las máquinas Enigma de los demás, así como que su modelo de Enigma
fuera superior al de los ejércitos de los otros países, sobre todo a las de
Alemania. Se estima que desde 1933 a 1945 se fabricaron más de cien mil
unidades de esta máquina de encriptar que había sido
creada para uso exclusivamente civil, pero a la que las circunstancias
históricas reconvirtieron en una máquina imprescindible para el
intercambio secreto de órdenes entre los mandos y sus ejércitos que cambiaría
el rumbo de la II Guerra Mundial.
Aunque como inglés sentía el patriotismo que
flotaba en el aire impregnando a todo el que lo respirara, el matemático se lo
pensó antes de responder sí a la propuesta-orden: ¿Trabajaría con nosotros en
un proyecto para el bien común de Gran Bretaña? Y contestó que sí, además,
porque sintió en la mirada de quien se lo proponía una sutil amenaza que no se
atrevió a confirmar con una negativa, acostumbrado como estaba a las amenazas
sutiles y no tan sutiles en una época en que la homosexualidad era considerada
un delito en Inglaterra. Y sobre todo porque también adivinó en la mirada a que
se enfrentaba lo que adivinaba en los heterosexuales agresivos que ni siquiera
se molestaban en ocultar su animadversión, cuando no aversión, hacia hombres
como él.
Y al leer en sus ojos lo
sabe, contestó: sí.
Alan Turing llegó a Bletchley Park para
encontrar un mundo cerrado y secreto en el que los llamados técnicos llevaban a cabo un trabajo
considerado esencial, que era mantenido en secreto no sólo para sus familiares
y amigos, sino hasta para los mismos compañeros de trabajo: los técnicos de un
barracón desconocían el trabajo que hacían los del barracón de al lado, de tal
manera que los que trabajaban en un módulo ni siquiera se relacionaban con
quienes trabajaban en los otros.
Así, el matemático se encontró inmerso en un ambiente
excesivamente formal al que los militares habían contagiado un ambiente
castrense absurdo y desproporcionado en una población de civiles, hombres y
mujeres, en un abrumador tanto por ciento. Y lo primero que pensó es que a
Inglaterra también se la podría servir con un poco menos de frialdad y rigidez
al entrar en el hut 8 al que le habían asignado, y al
saludar a un grupo de matemáticos e ingenieros que lo recibieron con una fría
cordialidad, al menos tan fría como aquella mañana de primavera que hacía
esfuerzos para que no la confundieran con una mañana de invierno.
La misión de Turing, así como la de
todos los que trabajaban en el hut 8, era perfeccionar
las máquinas que se utilizaban para descifrar los mensajes en clave que se
interceptaban a los alemanes. La popular máquina Enigma, de todos conocida y por todos utilizada, fue destripada y
estudiada con lupa con el fin de buscar una mejora en sus prestaciones y un
camino más directo para descifrar los códigos de las máquinas Enigma que a su vez utilizaba para sus
comunicaciones secretas la marina alemana. Así, el trabajo de los técnicos del hut 8 sería esencial para intentar romper
el bloqueo naval que llevarían a cabo los submarinos alemanes contra Inglaterra
a partir de agosto de 1940, mes en el
que Alemania anunció el bloqueo total de la isla considerando zona de guerra
una amplia extensión del mar que la rodeaba. Los U-boot, los temidos submarinos alemanes,
se encontraban equipados con máquinas Enigma
a través de las cuales codificaban sus comunicaciones entre sí, comunicándose la situación de los convoyes
ingleses y aliados desde que salían de las islas. De esta manera, el luchar
contra los servicios de información alemanes era una cuestión de supervivencia
para un país situado en medio del mar que, precisamente, controlaba la potente
marina alemana.
Años antes de que estallara la guerra y cuando los servicios
de espionaje y contraespionaje trabajaban incesantemente con vistas a una
guerra que se anunciaba como inevitable tardara lo que tardara en llegar, una
casualidad afectaría a la preponderancia alemana y a sus máquinas Enigma, consideradas indescifrables: los
alemanes enviaron una máquina Enigma a
Varsovia y, por azar, cayó en manos de los polacos que la estudiaron durante
una semana, enviándola de nuevo a su destino tal y como había llegado a sus
manos. Un grupo de matemáticos polacos, dirigidos por Marian Rejewski
consiguieron descifrar los códigos de la máquina en ese tiempo record, lo que
facilitaría el descifrar a su vez los mensajes en clave de la marina alemana.
Aunque fuera solamente un primer paso, la labor de los
matemáticos polacos fue la clave para el éxito posterior obtenido en Bletchley Park.
Los alemanes sospecharon que sus
claves iniciales habían sido descubiertas y en 1938, un año antes de la
invasión de Polonia, decidieron cambiar su estrategia. Pero a cada paso hacia
delante que daban los técnicos alemanes, otro tanto hacían, una vez más, los
matemáticos polacos logrando localizar los nuevos códigos a partir del análisis de las frecuencias que denominaron hembras, lo que les permitió configurar
sus máquinas Enigma para hacerse con
los mensajes interceptados para así descifrarlos. Pero la amenaza de la guerra
llevó a los polacos a plantearse la posibilidad de sustituir el método manual
utilizado hasta entonces para analizar las frecuencias por una máquina
electromecánica, es decir: máquina contra máquina. Así, surgiría la máquina
denominada Bomba con un
funcionamiento que partía del diseño de las máquinas Enigma y que detectaría las hembras
de los mensajes interceptados.
Pero los alemanes volvieron a dar otra vuelta de tuerca al
incorporar tres rotores más a sus máquinas de encriptar. La falta de recursos de los polacos
para seguir con sus pesquisas y con la fabricación de la máquina Bomba llevó a que, a principios de 1939,
los servicios de inteligencia polacos pasaran la información obtenida y los
trabajos realizados a ingleses y franceses para que ellos continuaran la
importante labor por ellos comenzada, y que en ese punto les sobrepasaba.
El día 1 de septiembre de 1939 Alemania, sin previa
declaración de guerra, invade Polonia conquistando todo el territorio polaco en
tan sólo 37 días. Y el día 3 de septiembre Inglaterra declara oficialmente la
guerra a Alemania. Estos acontecimientos, a pesar de ser esperados desde al
menos un año antes, precipitaron los trabajos de investigación en Bletchley Park.
Afortunadamente, los matemáticos que allí trabajaban ya eran
expertos en las complejidades que presentaba la máquina Enigma. Las aportaciones hechas por los matemáticos polacos unos
años antes allanaron el camino para que los matemáticos ingleses trabajaran
ahora sobre los mensajes codificados alemanes elaborados con la máquina polaca Bomba y por las versiones perfeccionadas de Enigma, convertida a esas alturas en una máquina casi perfecta por
indescifrable… o al menos eso creían los alemanes. Una vez descubiertos por los
ingleses los métodos utilizados por los alemanes para encriptar
sus mensajes ahora deberían averiguar los cambios que casi a diario hacían en
sus máquinas. La captura de algunas máquinas Enigma alemanas facilitó el trabajo de los criptoanalistas
ingleses, al descubrir que los operarios alemanes que manejaban las máquinas
cambiaban cada noche las claves a usar al día siguiente. De esta manera, aunque
los ingleses descubrieran una clave utilizada para descifrar los mensajes, al
día siguiente se encontrarían con otra distinta. Así, los ingleses tenían que
averiguar cada día la nueva clave impuesta en un trabajo de nunca acabar que les llevaba a trabajar las veinticuatro
horas de día, ya que en cuanto
descubrían la clave cambiada tenían que descifrar y traducir los mensajes
interceptados… para ponerse a trabajar a continuación en el descubrimiento de
la siguiente clave. Los alemanes nunca utilizaban un rotor en la misma posición
durante más de dos días, lo que llevó a los aliados a intentar nuevas técnicas
al ser conscientes de que la suya era una lucha agotadora contra una máquina
cuya forma de ser manejada variaba
constantemente.
Esta situación los empujó a retroceder hasta las
investigaciones de sus colegas polacos, dándose cuenta de que la clave podría
estar en rediseñar la máquina Bomba
polaca y partir de nuevo de ella para conseguir formas más rápidas de
desciframiento.
Alan Turing, desde su llegada
a Bletchley
Park, se incorporó, como hombre clave, a trabajar en el diseño mejorado de la
máquina Bomba polaca en cuyo homenaje
llamarían Bombe. Esta nueva máquina electromecánica
eliminaría de una manera más rápida gran cantidad de claves recibidas a través
de Enigma. Además, conseguiría
detectar cualquier trampa en forma de contradicción o dato erróneo y desecharía
esa combinación a través de la introducción eléctrica de una cadena de
deducciones lógicas.
El propio Turing trabajó en la idea
original que subyacía detrás de Bombe, una máquina que nació de su ingenio personal y a la
que ya todos llamaban la Bombe de Turing, ya que suya
fue la idea original perfeccionada con mejoras sugeridas por el también
matemático Gordon Welchman y diseño y construcción de
Harold Keen, miembro de la empresa British Tabulating Machina. La máquina Bombe se convirtió en la herramienta
más importante a utilizar por los criptógrafos ingleses para leer con mayor
precisión y rapidez las transmisiones de las maquinas Enigma alemanas.
El primer diseño de Turing fue
bautizado con el nombre de Victory
instalándose en Bletchley Park en marzo de 1940. Y en
agosto de 1940 se fabricó e instaló una máquina de prestaciones más avanzadas
con el nombre Spider, aunque en la primavera del año siguiente, y
siempre preocupados en la mejora de la máquina, se instaló un tercer modelo,
aún con más prestaciones, llamado Jumbo.
Con estas máquinas, Turing demostró que se podían
descifrar mensajes en clave centrándose únicamente
en un millón de posibilidades de combinación lo que permitiría descifrar gran
parte de la información que se emitía codificada con las máquinas Enigma alemanas. Gracias a la
popularidad de su trabajo ya en 1942 Alan Turing era
considerado un auténtico genio entre sus compañeros de Bletchley Park.
A principios del año 1943 nuevas versiones de la máquina Bombe aún más mejoradas se empezaron a
fabricar en Estados Unidos hasta llegar a 120 unidades, aunque en la actualidad
solamente se conserva una en el Museo Nacional de Criptología.
Por su parte, a finales de
Fue tan grande la importancia del trabajo desarrollado por Turing y sus compañeros en Bletchley
Park, que todos los expertos están de
acuerdo en que sin su ayuda la marcha de la II Guerra Mundial hubiera sido otra
y desde luego de otro signo para los alemanes, con la seguridad de que la
guerra se había prolongado al menos dos años más.
Por primera vez en la historia de Europa una guerra no estuvo sólo en manos de los militares, sino
también de civiles, científicos y técnicos tanto ingleses como alemanes, aunque
en este caso, y afortunadamente para Europa, los que trabajaron en Bletchley Park fueron los que ganaron la guerra. Alan Turing, concluida la guerra sería condecorado con la Orden
del Imperio Británico en reconocimiento a su contribución a la victoria de los
Aliados.
Aunque el gran protagonismo de los trabajos de Alan Turing que se llevaron a cabo en Bletchley
Park se lo llevó la investigación para sacar adelante la máquina Bombe, tuvo lugar otro acontecimiento,
también ideado y desarrollado por el matemático inglés, que en aquel momento, como
inicio de algo realmente importante, se
mantendría en un modesto segundo lugar: el nacimiento de la máquina Colossus que, con el paso del tiempo, llegaría a
ser considerada el primer ordenador de la historia.
Este primer ordenador fue diseñado también con el único
objeto de ayudar a su compañera Bombe a descifrar los códigos alemanes. Colossus surgiría de la imperiosa
necesidad de aumentar la eficacia en el descifrado de los códigos y, sobre
todo, la rapidez de su ejecución. La idea surgió al trabajar sobre la
interceptación de teletipos codificados por los alemanes en sus transmisiones.
Los ingleses llamaron Fish a las claves alemanas que circulaba a
través de teletipo para distinguirlas de las recibidas a través de las máquinas
Bombe, ya que los alemanes utilizaban
conjuntamente las máquinas Enigma en
sus transmisiones en clave junto a dichos
teletipos codificados.
Así, la nueva máquina se utilizaría inicialmente no sólo para
descifrar los códigos de las máquinas Enigma
sino también y sobre todo para descifrar los llamados códigos Fish o lo que es
lo mismo, las transmisiones de la máquina de teletipos codificados
alemana.
A comienzos de la guerra los servicios ingleses interceptaron
señales de teletipo en las que no se utilizaba el código Morse y que eran
distintas a las codificadas normalmente con las máquinas Enigma. Se trataba de señales codificadas por el ejército alemán
por una máquina diferente, máquina que finalmente fue localizada con el nombre
de Lorenz
en sus dos versiones utilizadas:
Así como Turing fue el creador de
la idea inicial y de la base lógica en los ordenadores, un primer prototipo de
esta máquina fue diseñado por Tommy Flowers, un
técnico de la British Post Office Research Station que ideó la utilización de válvulas
convirtiendo así su propuesta en el primer ordenador de la historia; suyo fue el mérito de utilizar válvulas para
construir el circuito de un ordenador.
Pero la máquina como tal sería diseñada y construida por Max Newman en 1943. Gracias a Colossus 63 millones de caracteres contenidos en
mensajes alemanes cifrados fueron interceptados por los aliados y finalmente
descifrados con éxito.
A la vista de las prestaciones
de Colossus
Turing vio prioritaria la necesidad de estudiar
electrónica para construir una máquina universal, al pensar en sus posibles
aplicaciones civiles dado que la guerra estaba entrando en su fase final. Así,
una primera versión de Colossus,
llamada Markus 1, se construyó a comienzos de 1944
seguida de una nueva versión mejorada en junio de ese mismo año denominada Markus 2. A finales de la II Guerra Mundial
estaban en servicio diez máquinas Markus 2 en Bletchley Park. Y todas ellas, al igual que las máquinas Bombe, fueron destruidas al final de la
guerra por orden del primer ministro británico, así como los planos y estudios
del proyecto con objeto de preservar lo considerado como alto secreto militar.
Treinta años después de terminada la guerra, en 1976, una vez
concluido el plazo que imponía la ley de secretos militares, el proyecto Colossus volvió a salir a la luz sacando al
escenario de la Historia de la Tecnología
a los protagonistas del proyecto, con Alan Turing
a la cabeza, que desde entonces serían considerados los creadores del primer
ordenador, por delante de los creadores del norteamericano ENAC, construido en
el año 1946 y que hasta 1976 fue considerado como el primer ordenador
electrónico.
En el año 1938 Alan Turing presenta
lo que se llamaría
David Hilbert, en el Congreso
Internacional de Matemáticos de 1900, formuló la pregunta de si debe existir, al menos en
principio, algún método definido mediante el cual toda cuestión matemática
pueda ser demostrada, es decir, un algoritmo de respuesta universal. Se trataba
de un problema de decisión, o lo que es
lo mismo, de poder establecer la consistencia o inconsistencia de un sistema
formal, y que en alemán él llamó Entscheidungsproblem. Fue en este contexto cuando Hilbert propuso el desafío de encontrar un procedimiento
mecánico con el que decidir sobre la veracidad o no de una proposición
matemática.
A su vez, en Cambridge y en 1931, Bertrand Russell, como
filósofo y matemático, sostenía que la lógica era el sólido soporte para las
verdades matemáticas, mientras que Kurt Gödel había enunciado un célebre principio filosófico en el
ámbito de las matemáticas a partir de lo que se conoce como sistemas
auto-referenciales y conocido como el
Teorema de incompletitud
de Gödel.
En uno de sus trabajos, Turing
trata de resolver el problema formulado por Hilbert y
sienta las bases teóricas de la moderna computación. Por su parte, durante su
estancia en Cambridge y a pesar de su admiración por Russell, fue consciente de
que para contestar a la pregunta de Hilbert
necesitaba una definición del concepto método. Para ello analizó qué era
lo que hacía una persona para transformar un proceso metódico y buscó la forma
de hacer esta misma operación mecánicamente. Expresó el análisis en términos de
una máquina teórica que sería capaz de transformar con precisión operaciones
elementales previamente definidas en símbolos en una cinta de papel. Este
concepto, también conocido como
En agosto de 1936 presentó el concepto final de la Maquina de
Turing como máquina universal en su artículo On Computable Numbers.
Ya desde sus primeras publicaciones científicas el matemático concibe un
proyecto de máquina autómata que sería el origen abstracto de una computadora,
considerada como máquina inteligente. Y en su estudio Los números computables, con una aplicación al Entscheidungsproblem
publicado en 1936, Turing reformuló los
resultados obtenidos por Kurt Gödel
en 1931 sobre los límites de la demostrabilidad y la
computación, sustituyendo el lenguaje formal universal descrito por Gödel por lo que hoy se conoce como Máquina de Turing, unos dispositivos formales y simples no utilizados
hasta entonces. A la vez que demostró que su máquina sería capaz de implementar
cualquier problema matemático que pudiera representarse mediante un
algoritmo, introduciendo, a su vez, el
concepto de números definibles.
También expondría su pensamiento en el trabajo Computing Machinery
and Intelligence, aparecido en la revista Mind posteriormente, en el año 1950, que supone una
visión científica y filosófica en el origen de las grandes transformaciones que
darán lugar a la idea de una sociedad tecnológica de la información, como el
tiempo demostraría. Y sería la bandera de los defensores de
No hay nada humano, incluido el pensamiento, que no pueda ser
reproducido por una máquina inteligente, ya que -según afirmaba Turing- toda función computable por la naturaleza humana es
computable por una máquina. El llamado Test de Turing
(si bien el nombre de Test de Turing
fue acuñado con posterioridad y ya fallecido su autor) era el procedimiento desarrollado por el matemático para identificar la existencia
de inteligencia en una máquina, y daba respuesta acerca de la capacidad de las
máquinas para resolver problemas con mayor capacidad y rapidez que el cerebro
humano. De esta manera los comportamientos aparecían directamente guiados por
estímulos concretos, y las pautas de la conducta y de la acción podrían ser
codificadas, memorizadas y reproducidas a través de respuestas sujetas a la
lógica causal. La complejidad, los nuevos lenguajes de la máquina, los
conceptos de algoritmo y programa, las funciones de memoria y la noción de
inteligencia artificial, subyacen en la adelantada visión de Alan Turing. Uno de los méritos del Test de Turing
es que tiende a provocar la discusión sobre cuestiones fundamentales aún sin
resolver, no sólo en inteligencia artificial sino también en otras
disciplinas.
Mediante el Test de Turing se podría identificar la existencia de inteligencia
en una máquina, abriendo las puertas a la búsqueda de
La prueba es un desafío: a través de una conversación no
presencial -tipo chat actual- una
persona no avisada debe determinar si está hablando con otra persona o con una
máquina. Si la persona no es capaz de determinar si con quien se comunica es
humano o máquina, se considerará que la máquina ha alcanzado un nivel aceptable
de inteligencia.
Por su parte John Searle propuso un ejemplo popularizado por Roger Penrose y llamado La Sala
China. En esencia es igual al Test de Turing en
la forma, aunque en este caso la prueba la realizan personas encerradas en una
habitación que no conozcan el idioma en que se realizará la conversación de la
prueba, aunque podrán utilizar un diccionario que les permita confeccionar las
respuestas a partir de las preguntas recibidas, sin entender los símbolos. Así,
la prueba llega a la conclusión de que por mucho que una persona sea capaz de
enviar una cadena de símbolos en chino como respuesta a otra cadena recibida,
no quiere decir que sepa chino, sino que sabe aplicar un conjunto de reglas que
le dicen qué es lo que tiene que enviar.
Turing
demostró que no había ninguna solución para el problema de decisión, el ya
citado Entscheidungsproblem, probando que el problema de la parada para las máquinas
de Turing era irresoluble ya que no era posible
decidir algorítmicamente si una máquina de Turing
dada llegaría a pararse o no. Turing publicó su
demostración después de que Alonzo Church publicara en el American Journal
of Mathematics en 1936 una demostración equivalente en su estudio
titulado “Un problema irresoluble en la teoría de números elemental” que
también probaba, al igual que Turing, que no existe
un proceso de decisión en la aritmética, si bien con un enfoque muy diferente.
Esta demostración se basaba en una notación formal, a la que llamó cálculo lambda, para transformar todas
las fórmulas matemáticas a una forma estándar. Pero el estudio de Turing es mucho más accesible e intuitivo. Ambos trabajos
tuvieron profundas consecuencias para el desarrollo posterior de las ciencias
de la computación y la inteligencia artificial.
La máquina de Turing,
a pesar de su contundente nombre, nunca llegó a construirse, quedándose en una
máquina teórica capaz de definir qué clase de problemas serían capaces de
tratar los ordenadores o lo que es lo mismo, lo que se denominaba en aquella
época la máquina inteligente del futuro. A partir de la idea de Máquina de Turing, otros investigadores realizaron, en el futuro que
él había augurado, trabajos y experimentos
de simulación que dieron paso al nacimiento y desarrollo de dos de las
disciplinas más apasionantes surgidas durante el siglo XX: la computación y la
inteligencia artificial.
Los aliados habían
ganado la guerra reconociendo la importante labor realizada por los técnicos
ingleses Bletchley Park. Pero así como la guerra que
devastó Europa había finalizado en lo que a horror se refería, comenzó una
guerra de desconfianzas entre los antiguos aliados estableciéndose así una
situación de agresión contenida que se conocería con el nombre de Guerra Fría.
Los técnicos de Bletchley Park
volvieron a la vida civil. Muchos de ellos siguieron trabajando para el Estado
en distintos puestos de responsabilidad; otros fueron contratados por empresas
privadas; muchos volvieron a la universidad para hacerse cargo de la labor
docente abandonada y en algunos casos, otros se trasladaron a Estados Unidos
atraídos por mejores posibilidades para seguir investigando y por las también
mejores retribuciones económicas.
Pero para los servicios secretos, ingleses y americanos
especialmente, todo el que hubiera tenido un cargo de responsabilidad en las
tareas de investigación durante la guerra era una persona a vigilar.
Alan Turing se convirtió, terminado
su importante trabajo, en una persona molesta, a pesar de que todos
reconocieron su enorme valía para la causa de los aliados y de que el gobierno
inglés, en agradecimiento, lo condecorara, como ya citamos, con
Los ordenadores, ya en plena fase de experimentación y
construcción, aparecieron como un instrumento imprescindible para todo tipo de
cálculos y operaciones impensables apenas tres años antes. En Estados Unidos la
energía atómica (después de las terribles experiencias del lanzamiento de las
primeras bombas atómicas los días 6 y 9 de agosto de 1945 sobre las ciudades
japonesas de Hiroshima y Nagasaki) se presentaba como la panacea occidental
disuasoria y agresiva, lo que provocaba que todos sospecharan de todos para
mantener en secreto lo que se sabía, o para conseguir la información necesaria
para entrar en lo se llamó la carrera
atómica. Y la histeria de los gobiernos implicados a punto estuvo de
provocar una nueva y seguramente definitiva confrontación mundial.
Así pues, los conocimientos de Alan Turing
tenían un gran valor estratégico y
científico como pionero de la teoría para la consecución de los ordenadores Con
el añadido de que muchas de sus teorías, además de sus trabajos, eran considerados
secreto militar.
A partir de la estabilización europea y de que avanzaba la
década de los años cincuenta Turing viajó, haciendo
turismo, a diversos países europeos -especialmente a Grecia, que en aquella
época era considerado como un punto de turismo homosexual- lo cual incrementó
el nerviosismo de los que no habían dejado de vigilarle. Si siempre fue
sospechoso de vulnerabilidad dada su condición homosexual, ahora se le
consideraba un peligro para la seguridad de más de un estado occidental, obsesionados
como estaban por la expansión del comunismo. El matemático, acostumbrado a
estar en guardia permanente, se dio cuenta de que era vigilado, lo que
acrecentó su hipersensibilidad. Se hizo aún más introvertido y solamente
confiaba en sus familiares y en un puñado de amigos.
Turing recibió,
como científico prestigioso que era, la invitación del National
Physical Laboratory
(NPL) de Londres para que se encargase del diseño de un ordenador con las
características de una máquina digital electrónica que tuviera la posibilidad
de almacenar datos en un programa llamado de
memoria. Y preparó el proyecto de su máquina ACE (Máquina de Computación
Automática) que fue aceptado sin especial entusiasmo ya que a juicio de la
dirección del laboratorio era un proyecto demasiado ambicioso. El matemático
aceptó el encargo al ver la oportunidad de construir una máquina a la que
trasladar sus ideas sobre computación. Pero al comprobar que el proyecto en
desarrollo en los laboratorios del NPL no avanzaba al ritmo por él requerido
dimitió de su cargo y aceptó, en la primavera de 1948, la invitación de Max Newman. Así, ese mismo año se incorporó a
Alan Turing había conocido a Max Newman en un curso impartido por el segundo en Cambridge,
en 1935. Y desde este primer encuentro se estableció una sólida corriente de
admiración entre ambos. A partir de 1938 ambos científicos volvieron a
coincidir en Bletchley Park. Al término de la guerra,
en 1945, Newman fue nombrado catedrático de
matemáticas puras en
Antes, y habiendo dimitido de su cargo en el NPL, Turing decide pasar
el curso académico 1947-48 en la Universidad de Cambridge, centrando su interés
y estudios tanto en los ordenadores y su programación como en estudios de
psicología, biología y neurofisiología. De su interés por la biología y la
psicología nacería años más tarde el término inteligencia artificial. Según Andrew Hodges,
uno de sus biógrafos, en esta época mantuvo una relación sentimental con un
estudiante de matemáticas del King´s College de Cambridge llamado Neville
Jonson, lo que le creó las críticas, cuando no la
repulsa, de sus compañeros de claustro. Y volvió con especial intensidad a una
actividad que en realidad nunca había abandonado del todo: la práctica del deporte,
sobre todo del atletismo. Como miembro del Walton Athletic Club gano las carreras de las 3
y las 10 millas, batiendo el record establecido, corriendo también la Maratón Amateur de 1947
llegando a la meta en quinto lugar.
Una vez en Manchester en el equipo de
Max Newman, Turing
participó, como encargado del software
responsable del funcionamiento del ordenador, en la creación del ordenador Manchester
Mark I que más tarde recibiría en nombre de MADAM (Manchester Automatic Digital Machina) que entraría en servicio en el verano de
1958. Eso le supuso participar en el proyecto que le acercaba a sus
sueños: la construcción de una máquina inteligente o, lo que es lo mismo, de un
ordenador. En esta etapa realizó
estudios más abstractos como lo demuestra el ya citado artículo Máquinas de computación e inteligencia publicado en el mes de octubre de 1950. Las máquinas
diseñadas en los laboratorios de Newman abordaban
todo tipo de cuestiones: desde el
tratamiento de ecuaciones diferenciales y álgebra de matrices en
problemas prácticos procedentes de ámbitos tan variados como la biología, la
industria aeronáutica o la distribución de electricidad, hasta la resolución de
problemas para el diseño de sistemas ópticos, el análisis de Fourier en
cristalografía, o la resolución de problemas de ajedrez –otra de las pasiones
de Turing- entre otras muchas aplicaciones.
La construcción de
este ordenador, en una época tan necesitada de noticias positivas como era la
posguerra, causó admiración en Inglaterra. El periódico The
Times, en un artículo publicado el 30 de noviembre de 1950, publicó: En
un cuarto de hora puede hacer un cálculo que hecho a mano (si ello fuera posible) llenaría medio millón de
hojas de papel.
En el año 1951 Turing fue nombrado Fellow de
Desde el año 1952 hasta su muerte, en el año 1954, el
matemático trabajó en biología matemática, y en concreto en morfogénesis. Y
publicó en 1952 un trabajo sobre esta materia titulado Fundamentos Químicos de
El hombre, manifiestamente homosexual, se acercó al
hombre que, aunque homosexual, no lo era tan manifiestamente. Pero al hombre no
manifiestamente homosexual que bebía cerveza en la barra no le agradó el
acercamiento, a pesar de la juventud y el atractivo del hombre que se le había
acercado con el pretexto de pedirle fuego para un cigarrillo que ni siquiera
tenía a la vista. Y no le agradó al reconocerlo como al hombre que lo vigilaba
y seguía con discreción desde hacía cinco días, pero no con la suficiente
discreción como para que pasara inadvertida a los ojos de un hombre con una
desarrollada capacidad de observación. Además, otra cosa lo puso en guardia: lo
lógico es que él, hombre de 41 años, de haber deseado un contacto, se hubiera
acercado al joven, y no al contrario… pero no pudo resistirse a la encantadora
sonrisa de aquel hombre que parecía haber abandonado la adolescencia aquella
misma tarde, de cara de niño y modales exquisitos que contestaba: No importa, a
la respuesta: Lo siento, no tengo fuego… y que a modo de inicio de conversación
trivial, añadía: Bueno, esta puede ser
una buena ocasión para dejar de fumar.
Lo que menos podía imaginar Alan Turing,
a pesar de su prevención, era que todo
era una maniobra de entretenimiento de quien conocía sus predilecciones
sexuales para que continuara al menos media hora más en The Bosco, el pub cercano a su domicilio. Una maniobra para que en el
momento en que escuchaba la frase sobre
dejar de fumar, no fuera testigo
de que un hombre abría la puerta de su casa con un hábil movimiento de ganzúa,
entraba con la familiaridad de quien conoce la casa porque quizá la conociera,
se dirigía a la cocina y con la parsimonia de un profesional, abría un maletín
-semejante a los que utilizan los médicos de cabecera- justo al lado de un
frutero en el que solamente había una manzana.
En febrero de 1952 Alan Turing
mantenía relaciones homosexuales con un joven de 19 años llamado Arnold Murray. Durante un fin de semana en el que tenía que
hacer un viaje Turing dejó solo a su amante en su
casa Wilmslow, en el condado de Cheshire. A su
vuelta, su amigo había desaparecido y con él algunos objetos cuyo valor era más
sentimental que económico. Pero todo se complicaría con la llegada de una carta
en la que se le amenazaba con un chantaje. El matemático cometió el error de
denunciar el robo a la policía lo que llevaría a que durante la investigación
se descubriese la relación homosexual entre denunciante y denunciado.
En aquella época y en Inglaterra la homosexualidad era
considerada un acto impropio, ilegal
y delictivo (sería considerada ilegal hasta el año 1967). La prensa
sensacionalista se hizo eco del caso y la policía se interesó más en investigar
la vida del matemático que en perseguir al ladrón al considerar el delito como
menor. Turing aceptó las acusaciones, convencido como
estaba de no tener que dar explicaciones a nadie sobre su orientación sexual, y
en el mes de febrero de 1952 fue detenido para ser juzgado el 31 de marzo de 1952, acusado de mantener
una relación sexual con un varón de 19 años. El proceso tuvo un gran eco entre
la comunidad científica internacional. Finalmente fue condenado pero dado su
enorme prestigio, se le dio a elegir entre ingresar en prisión o someterse a un
tratamiento hormonal para reducir la libido, un procedimiento absurdo, represor
y castrante prototipo de una época hipócrita en la que lo importante era
mantener una normas sociales que se desintegrarían apenas quince años después.
Por temor a que su ingreso en prisión afectara a su ya
deteriorado prestigio, Turing eligió la opción del
tratamiento de inyecciones de estrógenos que le aplicaron durante un año y que
le producirían humillantes alteraciones físicas en su cuerpo de atleta, como
sería un considerable aumento de peso y la aparición de pechos. Hundido en una
depresión sin salida por el añadido de la aparición de disfunciones eréctiles,
se concentró aún más en sí mismo, eludiendo la compañía de sus íntimos. Así, se
centró aún más en su trabajo con una dedicación al límite unido a una gran
creatividad científica, ya que al parecer iniciaba un nuevo proyecto sobre lo
que denominaba una nueva mecánica
cuántica. Con el agravante de que a todos sus problemas se unía la presión
a que se veía sometido al estar bajo el juramento de secreto, debido al Acta de
Secretos Oficiales que el estado inglés impuso a todos los investigadores que
trabajaron en temas clave en Bletchley Park (en
realidad el silencio rodeó el trabajo de Turing de
aquella época permaneciendo en secreto hasta las desclasificaciones de la
década de los años setenta).
Con la llamada Guerra Fría el gobierno inglés desempolvó los
trabajos efectuados en plena guerra en Bletchley Park y se tomaron como punto de partida para
decodificaciones y trabajos secretos por parte de
Alan Turing falleció el 7 de junio
de 1954. Al día siguiente su asistenta encontró su cuerpo acostado en la cama.
Sobre la mesilla de noche había una manzana a la que le faltaba un bocado. El
examen posterior descubriría que la manzana contenía una alta dosis de cianuro,
suficiente para causar la muerte de quien comió una porción tan pequeña. A
pesar de que la policía determinó muerte por suicidio, su familia y sus amigos
dividieron sus opiniones entre muerte accidental y muerte intencionada. La
madre del matemático siempre sostuvo la tesis de que su hijo se había
envenenado accidentalmente al ingerir el cianuro por no tomar las debidas
precauciones con las sustancias químicas con las que trabajaba en su
laboratorio, incluidos venenos que guardaba en recipientes sin etiquetar,
incluidas tazas y azucareros. Así, a su juicio, el accidente habría ocurrido al
ingerir cianuro accidentalmente depositado en un recipiente o incluso
impregnado sobre sus dedos después de
realizar experimentos de química sobre electrolisis. O incluso, ya puesta a
imaginar, por envenenamiento accidental del sabio despistado al tocar la
manzana con los dedos manchados de cianuro que contaminaron la manzana, teorías
todas que no se sostienen más que para los que desean sostenerlas. Por su
parte, sus amigos, mucho más suspicaces, siempre mantuvieron la teoría nada
desdeñable de la conspiración para eliminar al hombre que incomodaba a los
gobiernos de Inglaterra y de Estados Unidos.
La revista Time publicó, en marzo de 1999, la lista de
las veinte personas más influyentes del siglo XX: Alan Turing,
el hombre que sabía demasiado, formaba parte de ella.
El Test de Turing y 2001. Una
odisea en el espacio
Curiosamente Alan Turing
fijó el año 2000 como fecha límite en que las máquinas –los ordenadores-
pasarían el Test de Turing, asegurando que el hombre
y la máquina conversarían y se entenderían, manteniéndose siempre la máquina al
servicio del hombre, como enfoque básico de la inteligencia artificial.
Años después el novelista Arthur C. Clarke
popularizaría este tema con su obra 2001.
Una odisea en el espacio, popularidad que aumentaría con la que sería
película de culto dirigida en el año 1968 por el inglés Stanley Kubrik. En la película del mismo título, el ordenador HAL 9000 (Clarke utiliza las siglas de
IBM, desplazándose un lugar a la izquierda en el alfabeto) emociona a los
espectadores al morir recordando a su creador y las canciones que éste le
enseñaba.
Tal vuelta a la actualidad dio lugar a que en el año
1990 se estableciera el Premio Loebner para los
programas “más inteligentes”. La convocatoria es anual y las pruebas están
basadas en el test de Turing. Hay un premio especial
de 100.000 dólares para el primer programa que los jueces no puedan distinguir
de un ser humano verdadero, que incluya descifrar mensajes y la comprensión de
textos, con entradas visuales y auditiva. Este premio
se otorgará una sola vez, y aún no ha sido concedido.
En la actualidad tenemos a nuestro alcance una
aplicación muy popular del famoso test, se trata del conocido método de
identificación anti-spam mediante signos
distorsionados que permite determinar si el usuario es humano o se trata de una
máquina. Su nombre, CAPTCHA, es el acrónimo de Completely
Automated Public Turing test to tell Computers and Humans Apart. Lo más curioso es que sean
ordenadores los que deciden si el interlocutor es un ordenador o una persona.