Los procesos de meteorización
preceden y posibilitan la acción posterior de los agentes
erosivos que arrastrarán los productos de la
disgregación mecánica y de la alteración
química de las rocas. Las acciones mecánicas
serán predominantes bajo climas con fuertes contrastes
térmicos, como altas montañas, climas áridos
o polares, en los que además escasea el agua
líquida, que es imprescindible para que la
alteración química resulte eficaz. Ésta, por
su parte adquirirá importancia en climas cálidos y
húmedos, como los ecuatoriales y
templado-húmedos. |
|
|
|
La meteorización
mecánica por efecto del hielo (crioclastia,
gelivación) aprovecha la presencia de la fisuración
o diaclasado previo de las rocas, como es el caso de este bloque de
gneis en el macizo de Peñalara (Madrid), en cuya
superficie se aprecian las líneas de fracturación
latente. |
|
|
|
La acción preferente de la gelifracción a favor de esas fisuras va disgregando
los bloques según el patrón de distribución de las mismas, dando lugar a diferentes formas. En las fotos, la roca
aparenta haber sido cortada en rodajas (cuerda del Cervunal en Gredos, Ávila). Obsérvese el diferente grado de alteración
que muestra la roca en uno y otro caso. |
|
|
|
La acción de la gravedad
sobre las masas de roca diaclasadas se evidencia en este otro bloque,
(macizo de Peñalara, Madrid). |
|
|
|
El diaclasado o fracturación
de las rocas actúa igualmente como zona de debilidad ante
el avance tanto de la meteorización como de la
erosión, como deja ver este estrato situado junto al mar
en Cantabria (esta morfología se ha llamado en "tableta
de chocolate"). |
|
 |
|
El diaclasado de los granitos
aísla bolos que son redondeados por la
alteración química, como este bloque
hendido. La presencia de fracturas o diaclasas supone
planos de debilidad por los que el bloque rompe bajo la
acción de la meteorización mecánica y/o la
gravedad (Fuente del Tejo en el puerto de Canencia, Madrid). |
|
|
|
En la montaña, la
disgregación mecánica por gelivación genera
bloques y cantos angulosos, de bordes vivos, pues no hay
transporte que los redondee ni apenas acciones químicas
que los ataquen. Estos fragmentos se acumulan al pie de las
laderas formando taludes de derrubios llamados
canchales o pedreras, cuya pendiente depende del
tamaño de los cantos. Circo de la laguna Grande de
Peñalara (Madrid). |
|
|
|
La crioclastia da lugar a paisajes
ásperos, con relieves angulosos, agujas y aristas,
como consecuencia del arrancamiento de fragmentos de roca por
efecto de la cuña de hielo. Los fragmentos
forman canchales a lo largo y al pie de la vertiente. Laguna
Grande de Gredos (Ávila). |
|
|
|
Los canchales son formaciones
inestables en que los cantos se desplazan bajo el efecto de la
gravedad, lo que dificulta su colonización y
estabilización por parte de la vegetación, de modo
que aparecen como calveros en las laderas, sólo ocupados
por líquenes (Cerro de las Paradas en los Montes de
Toledo). |
|
|
|
Las acumulaciones de gelifractos
pueden tener forma de conos de derrubios y alcanzar
grandes dimensiones, como estos en los Picos de Europa (Fuente
Dé, Cantabria). En primer término se ve un
camino. |
|
|
|
Otras formaciones procedentes de la
disgregación mecánica de rocas resistentes y
formadas por fragmentos de tamaño decimétrico a
métrico son las laderas de bloques, como estas
(izquierda arriba) en la Peña de Francia (Salamanca), y
los ríos de bloques en los fondos de valle entre
relieves. Entre los mejores ejemplos de este tipo de
formación, menos frecuente que la anterior, están
los ríos de bloques de la sierra del Tremedal (Orihuela
del Tremedal, Teruel), que alcanzan desarrollos de hasta 2,6
kilómetros por más de 250 metros de ancho. En la
foto inferior de la izquierda se ve el río de la Majada de
las Vacas, junto a la zona recreativa, en el puerto de Orihuela. |
|
|
|
También los seres vivos
intervienen en la disgregación y alteración de las
rocas, sobre todo los vegetales, capaces de ejercer grandes
fuerzas de palanca con sus raíces cuando se introducen por
fisuras de las rocas. El talud de un camino (izquierda) ha puesto al
descubierto aquí la acción de las raíces de
un roble en rocas calizas (Valle de Valmores en Nuevo
Baztán, Madrid). A la derecha, una encina sobre una fisura en granito (Camino de la presa de El Gasco en Las Rozas, Madrid). |
|
|
|
En la montaña se suman las
acciones de la gelivación y las raíces para
explotar la presencia de diaclasas en las rocas (Puerto de la
Morcuera, vertiente segoviana). |
|
|
|
La alteración o
meteorización química puede darse por diversos
tipos de reacciones químicas diferentes entre los gases y
agua atmosféricos y los minerales componentes de las rocas
según la composición de éstos. Las rocas
solubles, como los yesos de esta fotografía, dan lugar a
formas de disolución superficiales de aspecto de
acanaladuras llamadas lapiaces (Beleña de
Sorbe, Guadalajara). |
|
 |
|
La caliza también es una roca soluble (cuando el
agua contiene dióxido de carbono disuelto) que permite la
formación de lapiaces de diferentes escalas, desde
canalillos centimétricos a otros de mayor desarrollo
(izquierda: proximidades del ibón de Plan, Huesca) e
incluso el aspecto ruiniforme de las calizas (foto derecha) del
borde del valle de Ordesa, en Huesca (aquí además
actúa la helada de forma intensa). |
|
|
|
Los granitos se ven afectados por
reacciones de hidrólisis que descomponen fundamentalmente
los feldespatos y otros minerales poco estables, mientras el
cuarzo permanece inalterado. La roca pierde así su
coherencia y se inicia su desintegración en arena de
cuarzo o grus (bloque de granito en el lecho del arroyo de La
Lastra, cerca el Pontón de la Oliva). |
|
|
|
El efecto antes descrito permite
deshacer la roca con la sola fuerza de la mano (igual
localización). |
|
 |
|
Por fin, el granito queda reducido a
arena (arenización) formando un
depósito llamado grus (Sierra de la Estrella,
Portugal). |
|
|
|
La alteración química
se ve favorecida por la presencia de agua, de lluvia,
rocío, deshielo,... La acumulación de ésta
en oquedades va formando pilas o pilancones (pot holes,
gnammas,...) que pueden alcanzar gran tamaño y tener o no
un canal de desagüe. En este caso, la zona que queda en
sombra acentúa la oquedad al permanecer más tiempo
el agua. En primer término vemos un bloque hendido,
también de granito (camino de El Hornillo en el Puerto de
Canencia, Madrid). |
|
 |
|
Estas grandes pilas, excavadas en
los granitos de La Pedriza del Manzanares (Madrid) muestran
canales de desagüe. Muy cerca, el río Manzanares
excava otros pilancones de origen muy diferente (Garganta de la
Camorza, La Pedriza). |
|
 |
|
La formación de pilas es
común en superficies horizontales de diferentes tipo de
rocas. Las de esta fotografía son areniscas rojas (las
conocidas como piedra del rodeno) de edad triásica, en las
que el efecto combinado de alteración y erosión ha
aislado bloques y torreones originando un paisaje espectacular.
La población del fondo es Chequilla (Guadalajara). |
|
 |
|
En la misma formación, esta
pila muestra la formación incipiente de un canal de
desagüe hacia la zona en que la superficie rocosa presenta
mayor inclinación. El círculo negro señalado
por la flecha roja mide 62 mm. |
|
 |
|
Esta fotografía muestra una
pila aún con agua y, junto a ella, otra de menor
tamaño y planta casi perfectamente circular. El encendedor
sirve como referencia de escala. |
|
 |
|
De la rapidez con la que se forman
estas pilas o pilancones puede dar idea la que aparece en la foto
sobre una losa del pavimento del puente romano de Talamanca del
Jarama, aparentemente en el punto de intersección de dos
fracturas (la piedra puede proceder de una calzada más
antigua). |
|
 |
|
También las superficies
verticales de las rocas sufren procesos de alteración que
crean oquedades, las cuales actúan como lugares de
retención de humedad al quedar menos expuestas y en
sombra, lo que favorece la progresión del fenómeno
y las cavidades se agrandan. También se relacionan con
procesos de haloclastia. Por su aspecto se ha llamado
meteorización alveolar o en panal. Las areniscas rojas de
la foto se encuentran en Riba de Santiuste (Guadalajara). |
|
 |
|
A veces se pueden formar grandes
cavidades (tafoni) que más tarde llegan a quedar
expuestas. Con frecuencia sus paredes se hallan intensamente
alveolizadas , como estas areniscas del castillo de Vilanova de
Escornalbou, en Tarragona. |
|
 |
|
Esas cavidades llegan a perforar la
masa de roca formando ventanas y arcos, como éstos,
labrados sobre conglomerados de origen torrencial y edad miocena
(abanico de Cobatillas, Teruel). |
|
|
|
La alteración afecta
igualmente a las rocas empleadas en la construcción, que
muestran las mismas huellas que las rocas en la naturaleza, como
vemos en este sillar de arenisca de Santa María la Mayor
de Medinaceli. La flecha azul señala una antigua
moneda de 100 pesetas (24,4 mm de diámetro). |
|
 |
|
En este caso los bloques utilizados
son de caliza, una roca muy compacta pero sensible a la
disolución si el agua tiene pH ácido. Esto ocurre
de forma natural por disolución del dióxido de
carbono atmosférico y también se ve acentuado por
la presencia de gases contaminantes de nitrógeno y azufre
que, emitidos como consecuencia del uso de combustibles
fósiles (carbones y derivados del petróleo), forman
ácidos en la atmósfera (lluvia ácida). Como
muestra la foto, se han debido sustituir alguno de esos
sillares. |
|
 |
|
La orientación o
exposición a los agentes atmosféricos tiene gran
importancia: las superficies expuestas al mediodía no
retienen humedad y se ven menos afectadas por procesos de
oxidación, carbonatación, disolución,
hidrólisis, etc., según la composición de la
roca. En cambio las superficies orientadas al norte, en
umbría, serán más atacadas por los
fenómenos de alteración química, favorecidos
por la persistencia de la humedad en la roca, como este muro,
orientado al norte, de la catedral de Burgos, que ha perdido gran
parte de sus relieves. La regla señalada por la flecha
mide 17 cm. |