PANORAMA DEL PENSAMIENTO ESPAÑOL EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX
Miguel Angel de la Cruz Vives
Catedrático de Filosofía
I.E.S. Arquitecto Peridis
Leganés (Madrid)
macruz@platea.pntic.mec.es
 última actualización: 1-2-2002

© Miguel Angel de la Cruz Vives, 1999
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El siglo XIX es un siglo turbulento en lo social y en lo político y, por añadidura, en el plano del pensamiento. A lo largo de todo el siglo se va a entablar una dura batalla en todos los órdenes entre las fuerzas que querían modernizar el país y los que querían mantenerlo firme en sus añejas raíces. No éramos en esto los españoles diferentes al resto de los europeos, también escindidos entre las fuerzas progresistas y las tradicionalistas. La diferencia estriba más bien en la correlación de fuerzas entre ambas tendencias, pues mientras Francia o Inglaterra contaban ya con una burguesía firmemente asentada y puestas las bases de la revolución industrial, en España una burguesía débil fue desarrollándose a duras penas, abriéndose camino en un ambiente reaccionario, viendo frustradas sus esperanzas en un país casi analfabeto, apenas industrializado, en plena decadencia económica y social, que soñaba en un Imperio del que sólo quedaban los jirones.

La España del siglo XIX es el crisol en el que se formó la España del siglo XX, cuyo primer tercio es la prolongación y el estallido dramático de las fuerzas que fueran acumulándose durante tanto tiempo.

El intelectual español es un testigo espantado de los males de su patria: se siente como una planta trasplantada a tierra estéril que impide su crecimiento y desarrollo. Ve, impotente, la caída en el abismo, trata de respirar en un ambiente enrarecido, asomar la cabeza sobre la mediocridad, la incultura, la intolerancia, el despotismo y el inmovilismo.

En 1833, Mariano José de Larra escribía en El pobrecito hablador:

Mariano José de Larra Yo, pobrecito de mí, yo Bachiller, yo batueco, y natural por consiguiente de este inculto país, cuya rusticidad pasa por proverbio de boca en boca, de región en región, yo hablador, y careciendo de toda persona dotada de chispa de razón con quien poder dilucidar y ventilar las cuestiones que a mi embotado entendimiento se le ofrecen y le embarazan, y tú cortesano y discreto!!! ¡Qué de motivos, querido Andrés, para escribirte!Ahí van, pues, esas mis incultas ideas, tales cuales son, mal o bien compaginadas, y derramándose a borbotones, como agua de cántaro mal tapado. "¿No se lee en este país porque no se escribe, o no se escribe porque no se lee?"
Esa breve dudilla se me ofrece por hoy, y nada más. Terrible y triste cosa me parece escribir lo que no ha de ser leído; empero más ardua empresa se me figura a mí, inocente que soy, leer lo que no se ha escrito.
Y más adelante: Mira aquél librero ricachón que cerca de tu casa tienes. Llégate a él y dile: ¿Por qué no emprende usted alguna obra de importancia? )Por qué no paga bien a los literatos para que le vendan sus manuscritos? -¡Ay, señor! te responderá. Ni hay literatos, ni manuscritos, ni quien los lea: no nos traen sino folletitos y novelicas de ciento al cuarto: luego tienen una vanidad y se dejan pedir. No señor, no. -¿Pero no se vende? -¿Vender? Ni un libro: ni regalados los quiere nadie; llena tengo la casa... Si fueran billetes para la ópera o los toros... [1] Estas palabras de Fígaro podían ser suscritas por Clarín, cincuenta años más tarde, mientras escribía La Regenta.

Cincuenta años, medio siglo, y el mismo absurdo: ¿Para qué escribir en un país de analfabetos?
 

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La enseñanza
Alumnos de la Institución Libre de Enseñanza
La situación de la enseñanza en España a lo largo del siglo XIX no es ajena a este panorama desolador. El control que la Iglesia ejerce sobre la cultura y la educación, pese a los esfuerzos por eliminar o limitar el mismo por parte de los liberales, se mantiene durante todo el siglo. Aunque se producen varios intentos de reforma educativa, la alianza de la Iglesia con los sectores conservadores e integristas vinieron a frenar las aspiraciones de la burguesía a una enseñanza laica, que sirviera de cauce para llevar al Estado su ideología progresista y democrática.

Pestalozzi Desde la caída del absolutismo, hombres como Manuel José Quintana , Pablo Montesino o Antonio Gil y Zárate van a intentar dar un giro a la política educativa. Pablo Montesino inspiró, en 1834, una instrucción para el régimen y gobierno de las escuelas primarias y se dedicó a la creación de escuelas siguiendo el método Pestalozzi en Guadalajara, Alcoy y Madrid. Quintana y Montesino son los inspiradores de la creación de las primeras escuelas normales, la primera de las cuales se inaugura en Madrid en 1839. Isabel II A Gil y Zárate, con quien colaboran Quintana y José de la Revilla se debe el plan de 1845, que intenta la absorción, regulación y dirección de la enseñanza por parte del Estado [2] , mediante una reglamentación tan estricta de la enseñanza media y universitaria que no logra convencer ni a tirios ni a troyanos: para los liberales y los radicales de izquierda el plan supone un control excesivo del Estado y una limitación de la libertad de pensamiento, para los clericales, estas medidas favorecían la secularización de la enseñanza. El plan de 1845 nacía, pues, herido de muerte.

Tras un breve período de secularización, la firma del Concordato con la Santa Sede en 1851 devuelve la enseñanza al dominio eclesiástico. La Iglesia asume la función de vigilante de la ortodoxia en todos los niveles de la educación, como pone de manifiesto el artículo 31 del Concordato:

...Su Majestad y su real gobierno dispensarán asimismo su poderoso patrocinio y apoyo a los obispos en los casos que lo pidan, principalmente cuando hayan de oponerse a la malignidad de los hombres que intenten pervertir los ánimos de los fieles y corromper sus costumbres, o cuando hubiera de impedirse la publicación, introducción o circulación de libros malos o prohibidos. El Reglamento publicado el 10 de septiembre de 1852 supone la inutilización del plan de estudios de 1845. Uno de sus inspiradores, José de la Revilla, publica en 1854 un folleto titulado Breve reseña del estado presente de la Instrucción pública en España con especial atención a los estudios de filosofía , cuya lectura proporciona un panorama estremecedor de la situación intelectual de España a mediados del siglo: En España estamos experimentando cuarenta y seis años ha, las tristes consecuencias de esa vacilación e inestabilidad de ideas, efecto necesario de la falta de un centro común de intereses que pueda producirles fijos y estables. Búscase a ciegas la pública felicidad, y cada cual juzga hallarla concretada a una organización de la sociedad en abstracto, contemplándola por el prisma de una teoría gratuita, que no tiene cimiento seguro ni en el interés individual, ni en el común y positivo de todas las clases del Estado... Cuando en España se lleguen a crear intereses nacionales, esto es, cuando tengamos extenso comercio marítimo, bonancible y creciente la industria y el tráfico, más extensa y próspera la agricultura; en suma, cuando seamos una nación respetable, y nuestra espada pese en la balanza de los destinos de Europa, entonces tendremos ideas propias y fijas; entonces no tocaremos en sistemas absurdos; entonces no iremos a buscar estos y aquellos en los libros franceses [3] .

Además, sé muy bien, que las palabras civilización y filosofía están borradas de algunos diccionarios privados, sea cual fuere la acepción en que se tomen; así como conozco igualmente las luchas sostenidas muchos años há entre los defensores de la ciencia y la prudente libertad del pensamiento, y los que en una y otra encuentran obstáculos invencibles a sus ideas de dominación universal [4] .

Revilla denuncia cómo los estudios filosóficos eran mirados con recelo en todas las universidades y como los profesores carecían de los medios materiales necesarios: Era tan extremado el abandono que reinaba todavía en la mayor parte de nuestras universidades al publicarse el plan de estudios de 1845, que en muy pocas se conocían los aparatos y máquinas para el estudio de la física experimental, mucho menos para el de las ciencias naturales. Basta decir, que habiéndose pedido a todas ellas los inventarios de los gabinetes existentes, resultó que una de dichas escuelas contaba por único objeto un barómetro, que por cierto no era de su propiedad; en otra existe todavía guardada una máquina eléctrica de madera, ejecutada por el Catedrático de la asignatura para que sus discípulos formasen alguna idea del movimiento y funciones de otra verdadera [5] .

Digámoslo de una vez, y no se me acuse por exponer ingenua y francamente la verdad: el mal gravísimo que nos aqueja no es otro que el carecer de conciencia propia en lo que pensamos o tratamos de ejecutar; porque faltos de extensa y verdadera ilustración, demasiado apegados a estériles discusiones teóricas, merced a la calidad de los estudios metafísicos que han formado nuestra educación, y casuistas políticos antes que hombres de estado, damos rienda suelta a la dialéctica por el vasto campo de las ideas abstractas, y perdemos de vista las concretas y demostrables, que son las positivas, y sobre las cuales fundan las demás naciones su poder y engrandecimiento [6] .

Posteriormente, Revilla se refiere al Concordato con la Santa Sede, publicado por Real Decreto de 17 de octubre de 1851, considerando que las consecuencias de su aplicación en el campo de la instrucción pública tendrá nefastas consecuencias: ...la primera, que por el Concordato quedan menoscabados los derechos y prerrogativas del poder temporal; la segunda, que el progreso de la instrucción civil no sólo será detenido en su marcha, sino que también se verá reducida la enseñanza, principalmente la científica, al mismo lamentable estado de postración en que todavía la hemos conocido hasta el promedio del presente siglo [7] . Revilla considera después de analizar el contenido del Concordato, que su aplicación supone dejar en manos de la Iglesia la instrucción pública: No está lejos el día en que, siguiendo el sendero por donde hemos entrado desde el año 1851, suceda lo que presiento. Y ¡ay de nosotros y de la futura grandeza de España! desaparecerán cuantas esperanzas nos hizo concebir la revolución de ideas regeneradoras del siglo presente, y seremos espectadores pasivos del engrandecimiento de las demás naciones, mientras todo lo esperaremos de la fecunda semilla de los seminarios, solamente útiles, si bien se organizan, para producir excelentes pastores del rebaño de J.C.
Entonces el clero se hará dueño de la enseñanza; y no debemos perder de vista, que quien de ella se apodere se hará igualmente dueño del Estado, como muy oportunamente ha dicho, no hace mucho tiempo, una persona ilustrada, rector de la primera de nuestras universidades [se refiere al Marqués de Morante] [8] .
Los temores de Revilla no eran infundados. La Ley de Instrucción Pública de 1857, siendo ministro de Fomento Claudio Moyano , y que se mantendrá en vigor más de cien años, supone la legitimación del intervencionismo eclesiástico iniciado en 1851 [9] .

A partir de este momento, los intentos de reforma no van a provenir de la Administración sino de algunos grupos de ilustrados que van a intentar influir por los resquicios que deja el sistema. Las universidades eran las menos afectadas por el intervencionismo estatal y tenían un funcionamiento de algún modo autónomo. En ellas desarrollaron su acción, mientras les fue permitido, los profesores más progresistas: krausistas, republicanos, federalistas y socialistas encontraron en ellas un cauce para plantear sus alternativas frente a la ciencia oficial:

La universidad centralizada se convirtió en un instrumento excelente para propagar ideologías que contradecían los intereses moderados; por eso, cuando cayeron en la cuenta del error, aplicaron, consecuentemente con sus planteamientos, el estatuto del funcionariado a los catedráticos de modo que impidieron a éstos la posibilidad de contradecir la ideología oficial del Estado que los sustentaba, acabando con la libertad de cátedra [10] . Finalmente, en 1868, en vísperas de la revolución, el marqués de Orovio , ministro de Fomento a la sazón, expulsó de sus cátedras a los profesores más progresistas: Sanz del Río , Emilio Castelar , Nicolás Salmerón , Francisco Giner de los Ríos ...

Desde los primeros momentos la "cuestión pedagógica" va a estar en vanguardia de las preocupaciones de los revolucionarios de 1868. Se revocan las destituciones de catedráticos decretadas por Orovio y la Ley Catalina, de contenido retrógrado e irracional, no llega a entrar en vigor; se declara libre el ejercicio de la enseñanza en todos los niveles educativos, se suprimen las asignaturas de Doctrina Cristiana, Historia Sagrada, Religión, Moral Cristiana, etc.; desaparece la Teología como facultad universitaria, se vuelve a expulsar a los jesuitas y a las órdenes religiosas establecidas en España desde 1837, se suprime la subvención a los seminarios conciliares... La reforma educativa aparece como la premisa de la regeneración de España:

La etapa que media entre 1868 y 1874 va a sentar un precedente en cuanto a la alianza entre intelectuales y políticos, entre pedagogía y sociedad. La burguesía progresiva que protagoniza la política de estos años se ve claramente capaz de realizar sus ideales prescindiendo de sus viejos aliados, los terratenientes y el gran capital y del mismo proletariado naciente en España. De hecho, la nueva sociedad se considera como realización del espíritu positivo, como sociedad capaz de ordenarse y ajustarse de un modo "científico". Es evidente que el papel que en estos planteamientos se otorga a la pedagogía es fundamental. La ciencia, que de un modo sistemático había entrado en España al tiempo que en Europa a través de Rousseau, Pestalozzi, Lancaster, Bell y Froebel, habría de erigirse, para la minoría de los reformadores que, conscientes de las necesidades y los problemas del país, en un instrumento político de reforma de primer orden.
Con la pedagogía "podía" solucionarse el problema global de España. En definitiva, todo era cuestión de educación, de planificación y proyectos educativos. La "pedagogía" permitía a una minoría consciente e ilustrada reformar la sociedad, acabar con su retraso y, en definitiva, colocar a la sociedad española a la altura de las más adelantadas y cultas a través de la acción educativa. Los años que siguen a la revolución y luego, durante la monarquía restauradora, en el seno de las capas medias marginadas del poder, se caracterizan por la prioridad de esta utopía, de esta convicción que de algún modo va a impregnar al resto de los sectores no burgueses interesados en el dominio político de la sociedad [11] .
Amadeo I de Saboya En el punto de una reforma de la educación que permitiera la extensión de la misma a todas las capas de la población convergían los intereses de la burguesía liberal y del proletariado, a pesar de los diferentes objetivos que unos y otros planteaban a tal reforma. Para la burguesía liberal era imprescindible la extensión de la enseñanza para combatir el irracionalismo religioso y el poder institucional de la Iglesia sobre el aparato escolar y poder educar a las masas en su ideología progresista, en primer lugar; en segundo lugar, la progresiva tecnificación de los procesos productivos exigía una mínima cualificación de la fuerza de trabajo; y, por último, los partidos progresistas consideraban que una relativa participación de los trabajadores en la cultura favorecería el apoyo y la aceptación del pueblo a sus promesas de reforma y a sus proyectos políticos.

El proletariado, por su parte, veía en la educación un camino de emancipación y de afirmación como clase y un posible instrumento de lucha ideológica contra el sistema capitalista. Así se desprende de la declaración del Congreso de la Internacional de Bruselas:

Ante la instrucción suministrada por las secciones desaparecerá otro de los manantiales de miseria, la ignorancia. No se trata de esa clase de instrucción reclamada a voz en grito por nuestros doctrinarios; si no de aquella que tiende directamente a formar hombres dignos; y como para ser tal es preciso ser trabajador e instruido a un tiempo, por ello es que los obreros reunidos en el Congreso de Bruselas en septiembre de 1868 reclamaron la instrucción integral que comprende a la vez la ciencia y el aprendizaje industrial. Más esa instrucción no pueden hoy proporcionarla las secciones a causa de los estorbos materiales que a ello se oponen, y de aquí la necesidad de suplirla en cuanto cabe con la organización de meetings, conferencias y fundación de periódicos destinados a enseñar a los obreros los derechos del hombre y el camino de su reivindicación, destinados, en una palabra, a reunir los materiales para el edificio de la sociedad futura [12] . Alfonso XII En cualquier caso, el período progresista va a terminar sin que se produzca una autentica reforma educativa. El ambicioso proyecto de escolarización se vio abortado por la falta de presupuesto. La ley sobre libertad de enseñanza trataba de paliar la impotencia estatal facilitando la expansión de la escuela privada, pero al estar ésta en manos de la Iglesia y de los sectores más integristas del país, no fue sino un obstáculo para los proyectos de la burguesía liberal. La debilidad política de las fuerzas en el poder y el pronto advenimiento de la Restauración conservadora que acabó con la Primera República, devolvió a la Iglesia y a los sectores integristas la dirección de los aspectos educativos a través de su renovada influencia sobre el Estado.

De nuevo vemos aparecer a Orovio al frente de la enseñanza, dispuesto a continuar la obra que le había interrumpido la revolución. El Real Decreto de 25 de febrero de 1875 obligaba a los profesores a presentar a la autoridad competente sus planes de estudio y libros de texto, violando el principio de libertad de enseñanza, tan celosamente defendido por los krausistas. El propio Orovio dirigió a los rectores de las universidades una circular en la que decía:

Que vigile V.S. con el mayor cuidado para que en los establecimientos que dependen de su autoridad no se enseñe nada contrario al dogma católico ni a la sana moral, procurando que los profesores se atengan estrictamente a la explicación de las asignaturas que les están confiadas, sin extraviar el espíritu dócil de la juventud por sendas que conduzcan a funestos errores sociales...
...Por ningún concepto tolere que en los establecimientos dependientes de ese Rectorado se explique nada que ataque, directa n indirectamente, a la monarquía constitucional ni al régimen político, casi unánimemente aprobado por el país...
Si, desdichadamente, V.S. tuviera noticia de que alguno no reconoce el régimen establecido o explicara contra él, proceda sin ningún género de consideración a la formación del expediente oportuno [13] .
La reacción no se hace esperar: el 5 de marzo los catedráticos de Santiago, Augusto González de Linares y Laureano Calderón, profesores de Historia Natural y Farmacia respectivamente, se niegan a aceptar el Decreto y el gobierno les separa de sus cargos. Ante este atropello, Castelar renuncia de su cátedra el 19 de marzo y Giner de los Rios el 25. Sucesivamente fueron abandonando la Universidad Salmerón, Gumersindo de Azcárate , Montero Rios , Figuerola, Moret y muchos otros. Los catedráticos de la Universidad Central firman una carta colectiva de protesta que llevó a la cárcel o al destierro a muchos de los firmantes.

A finales de 1875 la situación intelectual provocada por estos sucesos es realmente desoladora como manifiestan estas líneas de Manuel de la Revilla :

Aquí... la actividad intelectual apenas se manifiesta... En Madrid sólo se halla vida intelectual en el Ateneo, en la Academia de Jurisprudencia y en la Sociedad Española de Historia Natural... Años hace que un varón insigne... trajo a España el espíritu de la filosofía germánica y dio nueva vida a nuestro pensamiento... Focos de ese movimiento [el krausismo] fueron la Universidad y el Ateneo de Madrid; ya no es la primera por causas que no son de este lugar, pero en el segundo se conserva todavía la tradición filosófica de los últimos años...La vida política en España y la vida  del Ateneo están en razón inversa [14] . Cánovas del Castillo El gobierno de Cánovas devolvió a la Iglesia los bienes que le habían sido incautados, restableció las asignaciones anteriores al paréntesis revolucionario y anunció la protección del Estado al culto y al clero. Derogó la ley de matrimonio civil de 1870, aunque autorizó al no católico para contraerlo e hizo obligatoria la inscripción del matrimonio canónico en el Registro Civil. Determinados periódicos de la oposición, entre ellos El Imperial, La Iberia, La Igualdad y El Pueblo, fueron suspendidos gubernativamente. Los jefes y oficiales que habían sido eliminados del Ejército durante el período revolucionario fueron reingresados. Toda la obra de la Primera República quedó de este modo desmantelada.

En la primavera de 1876 se suaviza la actitud oficial respecto a los políticos e intelectuales implicados en los acontecimientos revolucionarios. Los krausistas salen de la cárcel y vuelven del destierro. Desde este momento se empieza a trabajar en un nuevo proyecto de amplias repercusiones: la Institución Libre de Enseñanza, que, amparada en el reconocimiento de la libertad de enseñanza de la Constitución de 1876, iba a iniciar sus actividades el 29 de octubre de ese mismo año, bajo la presidencia de Giner de los Ríos.

Joaquín Costa En la Institución Libre de Enseñanza no profesan solamente la plana mayor del krausismo sino también positivistas, especialistas en diversas disciplinas y personalidades académicas como Joaquín Costa que no estaban vinculados al krausismo estricto. El proyecto inicial era el de fundar una universidad libre que impartiera una educación no dogmática inspirada en los métodos europeos más avanzados. Su finalidad era formar elites que impulsaran el progreso y la modernización del país. Fracasó el intento de constituirse en universidad y la Institución, sin perder su carácter elitista, se dedicó a la enseñanza primaria y media.

La Institución Libre de Enseñanza introdujo la moderna pedagogía racionalista, laica y humanista, siguiendo fundamentalmente el modelo anglosajón. Supuso un nuevo estilo en la relación entre maestros y alumnos y un interés desconocido en el país por la renovación didáctica.

Clase en la Institución Libre de Enseñanza Pero la Institución Libre de Enseñanza, que tan hondas repercusiones había de tener en los primeros tiempos de la Restauración era un pequeño islote enclavado en un mar dominado totalmente por la enseñanza de corte clerical y reaccionario. Los auténticos beneficiarios de la libertad de enseñanza fueron la Iglesia y las órdenes religiosas que ejercerían una considerable influencia sobre la sociedad y la política a través del adoctrinamiento de la juventud.

Después de tales crisis, la situación universitaria estaba lejos de haber mejorado. Las periódicas limitaciones de la libertad de cátedra, la separación de los profesores de la universidad, el control de la enseñanza y la falta de puesta al día en el terreno humanístico, filosófico y científico-técnico habían acabado por sumirla en la rutina y la impotencia. La vuelta, en 1881, de los catedráticos expedientados no sirvió de mucho ya que la mayor parte de ellos estaban volcados en proyectos extrauniversitarios. Sin embargo, la aceptación del principio de libertad de cátedra y la reintegración a la Universidad de los profesores destituidos, supone un cambio en la orientación de la Institución Libre de Enseñanza que, después de un primer período muy combativo, va a adoptar a partir de entonces una línea posibilista, tratando de reformar el sistema educativo desde dentro, centrándose sobre todo en la renovación pedagógica.

Estamos en vísperas de un nuevo período de la historia de España: en 1879 se ha constituido el Partido Socialista Democrático Obrero de España, después P.S.O.E.; en 1881, disuelta la Federación Regional Española de la Internacional, que había subsistido en la clandestinidad, surge a la legalidad la nueva Federación de Trabajadores de la Región Española de corte bakuninista; en 1883 se recuperan los derechos de reunión y expresión; en 1887, la Ley de Asociaciones permite el ejercicio del derecho a libre sindicación: la España del siglo XX empieza a apuntar a lo largo del dilatado período de la Restauración y del sistema de alternancia en el poder entre Cánovas y Sagasta: la burguesía y el proletariado se constituyen y enfrentan paulatinamente. De la confluencia entre el krausismo y el socialismo -precisamente en el terreno de la educación- hablaremos al final del siguiente capítulo.

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Las distintas corrientes del pensamiento

Durante estos años llegan a España reflejos, casi siempre tardíos, del pensamiento europeo. La primera parte del siglo XIX, como ya había ocurrido en el XVIII, es fundamentalmente el pensamiento francés el que encuentra mayor eco en los intelectuales; en la segunda mitad del siglo, será la filosofía alemana la que atraviese la frontera para combatir en nuestro suelo con la francesa. Continúa la tradición de los médicos filósofos que se remonta al Renacimiento: Letamendi , Hernández Morejón, Vendrell y Pedralbes. Cubí y Soler introduce la ciencia de moda en toda Europa: la frenología. García Luna introduce el espiritualismo ecléctico de Victor Cousin. El sensismo inglés  también tiene a sus representantes en Martí de Eixalá y Llorens y Barba .

Frente a estos intentos de acercamiento a las corrientes filosóficas que circulan por Europa, en España sigue predominando el pensamiento católico que tiene en  Balmes y en Donoso Cortés sus más firmes representantes.

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El tradicionalismo y la polémica sobre la tolerancia

Jaime Balmes será uno de los impulsores del resurgir escolástico en la segunda mitad del siglo XIX, ejerciendo singular influencia sobre el cardenal Mercier, fundador de la Escuela de Lovaina que propiciaría el florecimiento del neoescolasticismo y neotomismo contemporáneos. La obra de Balmes, influenciada por el espiritualismo francés, es un exponente de la reacción del pensamiento católico frente al empuje de las corrientes laicas del pensamiento moderno: el empirismo inglés, el kantismo y el idealismo alemán, especialmente el hegeliano.

El otro gran representante del pensamiento católico español es Juan Donoso Cortés , más orador y polemista que propiamente filósofo, el cual, después de un período de acercamiento al pensamiento liberal, se convertiría, a raíz de los acontecimientos revolucionarios europeos de 1848, en el abanderado de la reacción más extrema. Sus tesis son las del tradicionalismo francés o "ultramontanismo", encabezado en Francia por Luis de Bonald y Joseph de Maistre: la verdad está fundada exclusivamente en la revelación, de la cual es depositaria la Iglesia Católica, cuya misión histórica consiste en transmitir esta verdad. En base a estas premisas, todo el orden social debe someterse a la autoridad de la Iglesia.

Para caracterizar la actitud del pensamiento católico oficial frente al liberalismo y el incipiente socialismo, resulta interesante recordar la polémica sobre la tolerancia mantenida por Balmes frente a Guizot.

El siglo XVIII había sido escenario de múltiples discusiones sobre la tolerancia. Voltaire, John Stuart Mill y Jeremy Bentham encabezaron el grupo de pensadores que defendieron la necesidad de la tolerancia, sobre todo en materia religiosa, considerando que la intolerancia ahoga el progreso de las ciencias. Frente a ellos, los tradicionalistas sostuvieron la necesidad de la intolerancia para evitar la difusión de los errores que la tolerancia propagaría.

En 1828, Guizot publicó en París su Historia de la civilización en Europa [15] , en la que afirmaba que la tolerancia, en tanto que punto medio entre el despotismo y la anarquía, constituyó uno de los motores de la civilización europea, en tanto que las sociedades intolerantes sufren un estancamiento que impide el progreso. Guizot considera que el cristianismo mismo es impensable sin la noción de tolerancia, por lo que las frecuentes reacciones de intolerancia de la Iglesia se alejan del propio mensaje cristiano.

Jaime Balmes sería el primero en oponerse a la tesis de Guizot, asociando la noción de tolerancia con la idea del mal [16] :

Tolerancia: ¿qué significa esa palabra? Propiamente hablando significa el sufrimiento de una cosa que se conceptúa mala, pero que se cree conveniente dejarla sin castigo. Así se toleran cierta clase de escándalos, se toleran las mujeres públicas, se toleran estos o aquellos abusos; de manera que la idea de tolerancia anda siempre acompañada de la idea del mal. Tolerar lo bueno, tolerar la virtud, serían expresiones monstruosas. Cuando la tolerancia es en el orden de las ideas supone también un mal entendimiento: el error. Nadie dirá jamás que tolera la verdad. Para Balmes es imposible la tolerancia universal propugnada por los ilustrados del siglo XVIII. Tal tolerancia universal equivale a negar la existencia de la verdad y, por tanto, equiparar las simples opiniones a verdades. Por el contrario, la intolerancia es un derecho de todo poder público para defender "las altas verdades sin las cuales no puede sostenerse la sociedad y cuya desaparición dejaría al mundo entregado a la fuerza y, por consiguiente, a la arbitrariedad y a la tiranía" . De este modo, justifica Balmes, la persecución por parte de la Iglesia de todo tipo de heterodoxias.

Más radical que Balmes se manifiesta Donoso Cortés cuando aborda la cuestión [17] . Expone, con su elocuencia característica, las tesis tradicionalistas habituales: la Iglesia como depositaria de la verdad ("faro luminoso puesto en escollo eminente" [18] ), la infalibilidad del Papa ("Cuando sus pontífices hablan a la tierra, su palabra infalible ha sido escrita ya por el mismo Dios en el cielo" [19] ) y la misión histórica de la Iglesia ("Bajo su Imperio fecundísimo han florecido las ciencias, se han purificado las costumbres, se han perfeccionado las leyes, y han crecido con rica y espontánea vegetación todas las grandes instituciones domésticas, políticas y sociales" [20] ) antes de entrar de lleno en el tema de la tolerancia, llevando al extremo los planteamientos de Balmes. La Iglesia, depósito de la verdad eterna, no puede ser tolerante con el error. La libertad es siempre relativa a la verdad, fuera de ella no puede haber ni libertad ni tolerancia:

No hay verdad que la Iglesia no haya proclamado, ni error a que no haya dicho anatema. La libertad, en la verdad, ha sido para ella santa; y en el error, como el error mismo, abominable; a sus ojos el error nace sin derechos y vive sin derechos, y por esta razón ha ido a buscarle y a perseguirle, y a extirparle en lo más recóndito del entendimiento humano. [21] A continuación combate el principio de la libertad de discusión que es, a su juicio inadmisible puesto que, siendo falible la naturaleza humana, jamás podrá alcanzarse la verdad por esta vía. La verdad no se haya, pues, en ningún hombre en particular sino sólo en el seno de la Iglesia Católica: Síguese de aquí que solo la Iglesia tiene el derecho de afirmar y de negar, y que no hay derecho fuera de ella para afirmar lo que ella niega, para negar lo que ella afirma [22] . Si la civilización y el progreso han sido posibles, es gracias a la intolerancia de la Iglesia: La intolerancia doctrinal de la Iglesia ha salvado al mundo del caos [23] .
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El krausismo

Católicos también, pero en las antípodas del pensamiento ortodoxo, son los krausistas.

El introductor del racionalismo armónico en España fue Julián Sanz del Río, quien en 1843 es nombrado profesor interino de filosofía de la Universidad Central de Madrid, bajo la condición expresa de perfeccionar sus conocimientos en Alemania. Sanz del Río inició su periplo en París, luego Bruselas -donde conocería a Ahrens, quien le despertó el interés por la filosofía de Krause- y, por último, se instala en Heidelberg, dedicándose de lleno al estudio de las ideas de tal autor.

A su vuelta a España, pasará diez años aislado del mundo, perfeccionando y sistematizando las ideas y, por fin, en 1854 se incorpora a la Universidad, siendo la lección inaugural del curso 1857-1858 el punto de entronque con los discípulos destinados a prolongar su obra: Fernando de Castro , Giner de los Ríos, Gumersindo de Azcárate, etc.

La filosofía europea del momento estaba iluminada por dos estrellas: el idealismo hegeliano y el positivismo comtiano. Una y otra disciplina son desconocidas en España. Sanz del Río ha trabado conocimiento de ambas en su aventura europea, pero no son los sistemas de Kant, Fichte, Schelling, Hegel o Comte los que han prendido en su espíritu sino el de un oscuro epígono de Kant que, salvo en España, no prendió en ninguna parte.

Sanz del Río encontró en Krause lo que ninguno de los otros le ofrecía a un espíritu inquieto como el suyo, profundamente católico, que trata de conciliar la religión con la ciencia. El racionalismo armónico y el panenteísmo krausista apareció como una luminaria en este sentido.

Krause Difícil es resumir en breves líneas el pensamiento abstruso y complicado de Krause [24] por lo que nos limitaremos, por vía de ejemplo, a uno de los extremos más sugestivos de la misma: el panenteísmo, con el que Krause trata de huir del panteísmo en el que caen Schelling o Spinoza , y que puede resumirse en la siguiente fórmula: El mundo no está en Dios, ni tampoco es Dios mismo, sino que es en Dios y mediante Dios.

Tan complicada formulación parece significar:

a) que el mundo no agota, ni siquiera contiene la total esencia de Dios;

b) que el mundo ocupa, en relación con Dios, un lugar subordinado pero no independiente, o dicho de otra manera, que Dios libremente piensa, siente y quiere el mundo, que Dios pone el mundo como un momento de la esencia divina;

c) que lo que llamamos mundo es el conjunto de manifestaciones de la esencia divina en el tiempo y el espacio; y

d) que el conocimiento del mundo es el conocimiento de la divina esencia y sus manifestaciones [25] .

La concepción de Dios como un ser esencial infinito, capaz de abarcar elementos diversos y contrarios enlaza con las preocupaciones de Sanz del Río y, sobre todo, su idea de la unidad del Espíritu y de la Naturaleza en la Humanidad:

Importante en el pensamiento de Krause es la idea de la unidad del Espíritu y la Naturaleza en la Humanidad. Esta se compone de un conjunto de seres que se influyen mutuamente y que se vinculan a Dios, unidad suprema. Las formas de la Humanidad, y principalmente los distintos períodos históricos por los cuales ésta ha pasado, son diferentes grados de ascensión hacia Dios, que encuentra su punto culminante en la "Humanidad racional", en la pura gravitación hacia el supremo Bien [26] . Uno de los aspectos de mayor importancia de la recepción del pensamiento de Krause en España es la aplicación de su doctrina metafísica al campo de la ética y de la filosofía del Derecho. Contrario a la teoría absolutista del Estado sustentada por Hegel, Krause se inclina a favor de lo que denomina asociaciones de finalidad universal, como la familia o la nación, frente a otras asociaciones, como la Iglesia o el Estado, que no son sino el instrumento para la realización de la moral y el Derecho. El verdadero fundamento de la moralidad se encuentra en las primeras: ...el Ideal de la Humanidad no es el dominio de un Estado sobre los otros, sino la federación de las asociaciones universales sin sacrificio de su peculiaridad. De este modo se llega, por una serie de gradaciones en el proceso federativo, a una federación mundial, al ideal de una Humanidad unida que proporcione a cada uno de sus miembros la participación en la razón suprema y en el Bien [27] . Ahora bien, el krausismo español no se limita a parafrasear a Krause, cuyas ideas el propio Sanz del Río va a reelaborar libremente. López-Morillas ha puesto de manifiesto las modificaciones que introduce Sanz del Río en su adaptación de Urbild der Menschheit (1811), titulado en castellano Ideal de la Humanidad para la vida (1860): La adaptación es muy libre y el plan que sigue Sanz del Río difiere bastante del de la obra de Krause. En algunas secciones la aportación de Sanz del Río es tan considerable que el Ideal ha sido tenido por muchos krausistas como trabajo original del profesor español. Giner dice que en la obra "apenas hay de Krause más que la libre inspiración del pensamiento" [28] . El krausismo español adquirirá vida propia, adaptándose a las necesidades intelectuales de sus protagonistas y es, sobre todo, el impulso profundamente religioso que lo anima, así como el intento de conciliación del mismo con el avance científico, lo que les hace tomar a Krause como mentor, pero al que utilizan libremente, tirando la escalera una vez que han subido por ella.

Pero la importancia del krausismo no radica en su sistema filosófico más o menos trasnochado, sino en el revulsivo que supone en la sociedad española que se encuentra ahogada por un pensamiento oficial integrista, impuesto por decreto desde las cátedras. El krausismo va a conmover los cimientos de la filosofía, el derecho, la historia, la pedagogía, la religión y las ciencias sociales al uso.

La Institución Libre de Enseñanza, el máximo logro del krausismo, es anterior a otros movimientos pedagógicos que alcanzaron gran difusión en el extranjero: las escuelas de Parker, Dalton y Putney en Estados Unidos; las escuelas experimentales de la Telegraph House, fundadas por Bertrand Russell; las escuelas Montessori en Italia. El krausismo siembra la semilla de los mejores logros intelectuales de la España del primer tercio del siglo XX y todavía se encuentran huellas de su paso en intelectuales contemporáneos como Aranguren y Tierno Galván.

La profunda religiosidad de los krausistas choca una y otra vez con el tradicionalismo y el integrismo de la Iglesia oficial. El problema religioso es, quizá, una de las claves para entender las peculiaridades del movimiento krausista.

En diciembre de 1864 se publica la encíclica del papa Pio IX Quanta cura, a la que acompaña una lista de ochenta proposiciones titulada Syllabus complectens praecip nostrae aetatis errores en la que se condenan el librepensamiento, el agnosticismo, el materialismo, el nacionalismo, el anticlericalismo, el regalismo, el liberalismo y la masonería. La publicación del Syllabus tuvo honda repercusión en todo el orbe católico y, fundamentalmente, entre los católicos que militaban en el liberalismo.

El catolicismo liberal, encabezado por Lammenais, Lacordaire y Montalembert, bajo el lema de Una Iglesia libre en un Estado libre , se oponía a la intervención eclesiástica en la vida pública y, sobre todo, a la teocracia que el tradicionalismo ultramontano aspiraba a implantar. El Syllabus acababa con las ilusiones despertadas por el Congreso de Malinas celebrado unos meses antes. Cuando en 1870 el Concilio Vaticano I definió el dogma de la infalibilidad del Papa, empujó a muchos católicos liberales, entre ellos los krausistas y a un buen número de escritores, políticos y hombres de ciencia, a apartarse de la obediencia de la Iglesia de Roma. y adoptar una forma de cristianismo racional o religión natural:

Giner de los Ríos ... a partir de 1870 -dice Giner de los Rios- una parte de la intelectualidad española se desplaza hacia una forma de "cristianismo racional" o "religión natural". Esta modalidad religiosa dice proceder de la actual insuficiencia de todas cuantas religiones positivas, hasta hoy, han aparecido en la historia; reconoce la necesidad de un vínculo real entre Dios y el hombre, declarándole puramente natural y racional y rechazando todo elemento dogmático, todo misterio, toda revelación y todo milagro. La existencia y providencia de Dios y la inmortalidad del alma son quizá los únicos principios comunes a toda esta dirección, que en Francia y América reviste un carácter esencialmente sentimental y moral, e intelectual por excelencia en Alemania, donde Dios es tan sólo el Ser Absoluto, no el Dios vivo, y la religión se absorbe casi por completo en la metafísica [29] .
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Transición hacia el positivismo

Nicolás Salmerón El krausismo domina el pensamiento progresista español hasta que el fracaso de la revolución de 1868 y la llegada de la Restauración produzca un movimiento de autocrítica y revisión de los supuestos ideológicos del anterior comportamiento político. En el propio seno del krausismo se va a producir un acercamiento hacia el positivismo que tiene como punto de referencia los debates que sobre el mismo se organizan en el Ateneo de Madrid durante el curso 1875-1876, al tiempo que se produce un giro político hacia el posibilismo y el reformismo, encabezado por Emilio Castelar y Nicolás Salmerón, tratando de adaptarse a las nuevas circunstancias históricas:

Mediante esta revisión de supuestos filosófico-políticos y esta inflexión reformista, un amplio sector democrático -desde la derecha castelarina al centro salmeroniano-, frente al viejo estilo de los procedimientos radicalistas -encarnados por Ruiz Zorrilla-, trata de adaptarse al nuevo contexto histórico, orientando con frecuencia su conducta política en criterios científicos, conforme al enfoque comtiano de lo que debía ser una política positiva. De ahí precisamente el interés histórico -ideológico de esta incidencia de la doctrina positiva en el campo democrático: el positivismo se va a convertir en la más adecuada racionalización y fundamentación teórica del indudable repliegue y rumbo reformista que toma el liberalismo español tras el naufragio de la revolución septembrina y la aparición del espectro de la Internacional. Aunque con más retraso que en Francia, debido a nuestro más lento y endeble desarrollo social, la doctrina positiva viene a desempeñar aquí, al menos en las intenciones, un papel similar, resultado de su más imperiosa ambición genética: racionalizar el "orden" y el "progreso" de la nueva sociedad posrevolucionaria. La intencionalidad política del positivismo encuentra así su acabada plasmación en dicha política positiva, tras haber configurado un canto a la excelsitud gnoseológica del método y la fundación de la ciencia social a modo de pasos intermedios, pergeñando de esta forma un "sistema" perfectamente arquitrabado y coherente [30] . Desde 1875, la polémica entre el krausismo y el positivismo es un hecho. El positivismo socava con su crítica los fundamentos metafísicos de la moral krausista, la cual es considerada por muchos como el mejor freno al escepticismo criticista y el materialismo naturalista.

Benito Pérez Galdós En el campo de la creación literaria la influencia del positivismo no se hace esperar: La fontana de oro, de Galdós y el estreno del drama de López de Ayala, Consuelo, marcan el tránsito de la sensibilidad romántica a la naturalista. La crítica literaria sigue el mismo camino con Pompeyo Gener y Manuel de la Revilla.

El krausismo se disuelve doctrinalmente ante el positivismo emergente. Ya en 1875, Canalejas levanta acta de esta descomposición:

Entre los discípulos del ilustre don Julián Sanz del Río se han declarado tendencias diversas y encontradas. No hay ya escuela. Van unos a un theísmo racional y cristiano, propenden otros a un positivismo comedido y circunspecto; retroceden algunos, aguijoneados por la duda, a la Crítica de la Razón pura de Kant, tomando puerto y sagrado en ella, y esta diversidad de direcciones es muy propia del solícito afán con que el doctor Sanz del Río procuraba despertar en toda inteligencia el sello característico, original e individualísimo, que acompaña al hombre [31] . En la propia Institución Libre de Enseñanza se produce un giro hacia el positivismo fácilmente perceptible en los programas de las asignaturas y en los trabajos publicados en el Boletín, cuyos artículos de carácter metafísico idealista ceden el paso a los dedicados a las ciencias naturales y sociales. De este modo, el krausismo, que había impedido el arraigo del positivismo de primera hornada va a convertirse gradualmente él mismo al positivismo. Diego Nuñez Ruiz ha ilustrado el modo como los viejos conceptos idealistas se fueron adaptando a las nuevas concepciones positivistas: De este modo, las categorías básicas de la ontología idealista van a experimentar un proceso de positivación: la idea de devenir, característica de la filosofía de la historia idealistas, se transforma, bajo el influjo del moderno naturalismo, en la de evolución; al sentido ético-espiritual de la organicidad krausista, le sustituye ahora otro tipo biológico natural, y del monismo idealista especulativo pasamos a un monismo científico o positivo, fundado en sólidos agarraderos científicos. La comprensión de este proceso filosófico-científico resulta además de capital importancia, no sólo para captar los nexos de continuidad de la trayectoria de la filosofía decimonónica -desde Kant y Hegel hasta Spencer y Haeckel-, a la par que sus divergencias metodológicas, sino también para apreciar las relaciones recíprocas entre ciencia y filosofía, así como el nuevo sentido y legitimación de la actividad filosófica dentro del vigente contexto científico-positivo [32] .
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Recepción del pensamiento marxista y bakuninista

La llegada a España, en 1868, del diputado napolitano Giuseppe Fanelli, discípulo de Bakunin, como enviado de la Asociación Internacional de Trabajadores supuso una revitalización y un impulso del asociacionismo obrero todavía incipiente. Al tiempo que Fanelli hacia su entrada en el país, Bakunin creaba en Ginebra la Alianza Internacional por la Democracia Socialista, cuyo ingreso en la A.I.T. fue denegado. Fanelli, ignorante de la situación, repartió estatutos y programas tanto de la Internacional como de la Alianza y constituyó grupos de una y otra.

Fanelli en España
En 1871, Anselmo Lorenzo asistió en Londres a la Conferencia de la A.I.T., en nombre de la Federación Regional Española, siendo recibido en casa de Marx, lo que no le impide inclinarse más tarde por el anarco-sindicalismo.

Paul Lafargue Por entonces se produce la confrontación entre bakuninistas y marxistas. En España es la Alianza de Bakunin la que obtiene un claro predominio entre los dirigentes obreros. Para contrapesar esta influencia, en diciembre de 1872, Paul Lafargue, yerno de Marx, que se encontraba refugiado en España desde agosto, es encargado por Engels de la difusión del marxismo.

Será la presencia en España de Lafargue la que resulte decisiva para la introducción del pensamiento marxista, como había sido la de Fanelli para el de Bakunin. Lafargue hizo enviar desde Londres algunos textos de su suegro y es posible que él mismo tradujera al castellano el Manifiesto comunista.

El marxismo arraiga antes como movimiento social que como corriente intelectual pero poco a poco se va extendiendo. En 1874, José Mesa debió exilarse, primero en París y finalmente en Londres, donde colaboró con Marx y Engels. Mesa traduciría al castellano el Manifiesto comunista y Miseria de la filosofía . En 1879 se produce la fundación del Partido Democrático Socialista Obrero Español, contemporáneamente a la del Partido Obrero Francés, cuyo programa fue traducido y adaptado por Pablo Iglesias.

En 1886, Atienza traduce el texto Socialismo utópico y socialismo científico y luego el controvertido texto de Gabriel Deville: el Resumen del Capital de Carlos Marx, acompañado de un estudio sobre el socialismo científico; también traduciría el texto de Guesde, La ley de los salarios. Es más bien la versión de Lafargue y de Jules Guesde de las ideas de Marx vulgarizadas, simplificadas y esquematizadas, que la propia obra de Marx lo que se va a introducir en España y esta circunstancia otorga al socialismo español de la época las peculiaridades que lo distinguen del de otros países europeos.

En 1894 se publica El origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado, de Federico Engels, y hasta 1903 no se llegaría a publicar el primer tomo de El Capital, si bien, en 1898, se había editado una parte del mismo. Treinta y seis años, pues, tardó en llegar la obra cumbre de Carlos Marx.
 
 

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Confluencia del krausismo con el socialismo

Desde su misma fundación se había iniciado en el seno del Partido Democrático Socialista Obrero Español un debate acerca de si era posible la alianza con los elementos progresistas de la burguesía, agrupados en los partidos republicanos.

Pablo Iglesias en un mitin Mientras Pablo Iglesias encabeza la facción del partido que considera que las relaciones entre las clases obrera y burguesa no pueden ser sino de lucha y que el reformismo de los republicanos no pretende sino utilizar a los obreros sino en su propio beneficio, Jaime Vera mantenía el criterio de que era preciso colaborar con los elementos burgueses progresistas en las primeras etapas del proceso revolucionario. Una de las ideas fundamentales que Vera aportó al socialismo español fue la importancia que dio a que los intelectuales se incorporasen a las alternativas de los trabajadores.

Al adherirse el P.S.O.E. al revisionismo de la II Internacional se produce un cambio de estrategia, al considerarse que la ocupación progresiva de los aparatos de Estado es el medio más idóneo para llegar al poder. Se da entonces una importancia decisiva a la preparación educativa de los trabajadores antes de la toma del poder y se confía en que un buen sistema de instrucción sea capaz de superar las desigualdades culturales.

Portada de la Constitución de 1931 con la imagen de Julián Bestiro, a la sazón presidente de las Cortes Debido a este doble acercamiento: la conjunción política con los republicanos y la valoración del papel de los intelectuales, ingresarán en el Partido Socialista Obrero Español muchos profesores procedentes de la Institución Libre de Enseñanza, como Julián Besteiro y Rodolfo Llopis , que tendrían una importante participación en la elaboración del programa pedagógico aprobado en el Congreso del P.S.O.E. de 1918, en el que por primera vez un partido obrero se plantea una reforma global del aparato escolar.
 

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